Con la conciencia a caballo entre la jactancia y el horror, cerré los ojos, respiré hondo, conté hasta donde pude y a continuación me puse a recrear en la imaginación playas y cordilleras, arcoiris y soleados prados cubiertos de flores, pero al poco el ruido se hizo conmigo y, cual preso en trance de tortura, habría confesado cualquier cosa con tal de ponerme en pie y poder dar un paso.
Estaba introducido en el tubo de la Resonancia Magnética (RM) y sólo mirando hacia arriba y atrás alcanzaba a divisar la luz. Con los brazos pegados al cuerpo, me dije al principio que esa presunción de salir fortalecido cuando la situación no consigue acabar con uno, no pasaba de quimera. Después, los rítmicos ruidos, combinados y en estremecedora sucesión, parecieron en los minutos siguientes convertirse en órdenes emanadas desde el más allá. «Más, más, más…», «Tira, tira, tira…». Junto a los mismos sobrevolaba otro más agudo, cual piar de pájaro y, sin escape posible, se me ocurrió la posibilidad de que en un futuro, el agobiante y claustrofóbico agujero pudiera servir también de camilla para un psicoanálisis en la penumbra. Con la tecnología es hoy posible obrar maravillas, de modo que ¿por qué no cambiar los sonoros golpeteos en consejos inteligibles, aun conservando igual timbre metálico?
Si también se defiende la cárcel como lugar de readaptación social, o el duelo es obligado camino hacia la sublimación, ¿no podría hacerse de la RM, en un cercano futuro, espacio de reflexión y obligado aprendizaje? Tal vez pautas con cadencia para un mejor vivir tras pisar de nuevo el suelo o… ¡yo qué sé!: música celestial, Lorca y Miguel Hernández a gritos sincopados, Freud por sobre la cabeza… Y es que cuando enterrado en vida y con ganas de volver a nacer, no se me ocurre otra cosa ni por supuesto lugar más apropiado salvo, quizá, el más clásico ataúd si metido por error.
PD: Debo precisar que soy propenso a evitar lugares cerrados. ¿Claustrofobia? O en sus prolegómenos… Por cierto: todo bien en la RM, excepto ese agobio que el tiempo arrastrará hacia el olvido al igual que el confinamiento de estos meses. O eso espero, al igual que confío no tener jamás que elegir entre ambos.
Dicen que a Mandela le sirvió el ‘soy el capitán de mi alma’ para soportar los años de cautiverio. Pues habrá que dotarse de un poema para afrontar las estrecheces de la RM o de lo que sea. Bien pudiera ser este: ‘Y de pronto llegará alguien que baile contigo…’
Circula por doquier atribuido a Borges, pero dudo mucho que el argentino perpetrase ese bodrio. Una indagación somera me lleva a ‘Yo solo bailo contigo’, opúsculo romanticoide de la barcelonesa Anna García, donde aparece reseñado como cita textual.
El problema es que dicho libro se publicó en 2019, pero hay muchas referencias ‘borgianas’ desde varios años antes. Con la internet ya no se sabe quién copia a quién. La vida es misterio. Vivir es desentrañar misterios.
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Si un día volviese RM u otro virus pandémico, habrá que buscar pareja de baile otra que la esposa (sin que ella se entere, claro, no fuera a ser que del confinamiento, en casa o tubo, se siga un break up…)
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Si que cierto que lo de la RM es cuanto menos ensordecedor, cuando me toca, que espero sea dentro de mucho tiempo, procuro ya antes hacerme con alguna pieza musical en mi cabeza y al igual que esas melodías que no puedes eliminar una vez que las has tarareado voy repasandolas e incluso montando alguna coreografía en mi cabeza, algunas veces acaba antes la prueba que la pieza y su composición coreográfica. La música es una gran aliada en mi caso, para desconectar del entorno.
Genial que todo bien…..
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Posiblemente es la prueba diagnostica a la muchos temen, no por que suponga dolor ni nada parecido´. más bien por lo que imaginamos, nada bueno no se porque otras prueban no son tan temidas, algun@s pacientes, piensan lo peor, tal impone más, aunque mentalmente se intente convencer cada cual con lo que más positivo le resulte, el estar en ese enorme aparato, impone aunque sea un corto tiempo, además de impacientes por saber el resultado.
Quien no ha tenido que pasar por ello no le da más importancia´.El confinamiento es algo cansino no saber cuando va acabar, aunque necesario es la incertidumbre que nos transmiten algunos mandatarios parece que nunca se va a llegar al final de recuperar algo de lo que disfrutábamos, que tal vez no recuperemos en buena parte y tengamos que habituarnos a tener otra forma de vida, y que nos enseñan poco a poco como podría ser el futuro. Aunque no tengo claustrofobia, no me resulta cómodo estar en espacios cerrados,, donde se puede respirar aire puro aunque sea por una rendija,, es lo más placentero y renueva el ambiente,, la R.M. gran invento para diagnostico, no es doloroso ni incomodo, lo que propones sobre los sonidos, sugierelo , igual añaden una melodía tranquilizadora,
Como siempre expectante a ver conque nos sorprendes, y no es lo que nos relatas,, es como lo expones ,, Un abrazo .
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Primero decirle, enhorabuena que todo salió bien, que alivio!!. Quizás no se lo crea, pero es la primera vez que veo éste artefacto de una R M, Me costaría mucho tener que estar, me ha dado pánico al verlo. El confinamiento y R M, ninguno me vale.
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Coincido contigo. Aunque la RM sea muy útil para el diagnóstico, entre otras cosas…
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Vaya, no compro lo «… de espacio de reflexión y obligado aprendizaje…», porque personalmente no nos hemos presentado hasta la fecha, y comprenderás que tampoco me apetezca hacerlo. Creo recordar que en las resonancias para niños está incorporada la música, aunque en estos momentos no lo tengo muy claro. Me alegro que haya ido bien con el resultado. Besosssss
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Lo de la RM infantil no lo sé, pero si fuese así, habría que copiarlo… Un beso.
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No lo sé con certeza, y dudo, creo que fue Manel del Castillo quien en Sant Joan de Dèu de Barcelona me comentó un proyecto sobre las resonancias para los niños. 🙂
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