Título para enfatizar e intuir desde el principio de lo que va a ir el tema. Para poner los puntos sobre las íes y es que, últimamente, nos asaltan con anuncios y sugerencias varias que aúnan en la misma frase el derecho y su revés, una cosa y la contraria con base a negar la primera, lo que, a más de dejarnos en la inopia, induce a pensar que algunos han perdido el norte, porque no todo admite la conciliación o un discurso reducido a tres palabras.

¿A qué quiero referirme? Pues juzguen ustedes mismos sobre el invento léxico con que seguramente los protagonistas pretenden objetivos varios: desde despertar la curiosidad del oyente/lector, hasta conseguir la adhesión a lemas al gusto o prometedores para el bolsillo de los autores.  “Banco no Banco”, “Feria no Feria”, “Fiesta no Fiesta”, “Botellón no botellón”… Y algún otro con el que habrá tropezado en días pasados su sentido común.

Ello no es óbice para reconocer que existen precedentes. Es de uso común el “Visto no visto”; recuerden el título del poemario de Evtuchenko –Entre la ciudad sí y la ciudad no”- y también se sigue hablando de los “no lugares”: meros espacios de tránsito (supermercados, aeropuertos…) en los que las relaciones sociales son inexistentes. Sin embargo, no hay explicaciones convincentes para esa suerte de antónimos con que nos percuten mediante la simple introducción del “no”.

Nada de “Claro u oscuro” sino “Claro no claro”, o un “Bello y feo” transformado en “Bello no bello” por un decir, con un ahorro en el lenguaje llevado al límite de la estulticia. ¿Sigo no sigo? ¿Les parece no parece? Si me permiten la opinión, nos creen lerdos no lerdos esta pandilla de beocios y esta vez sí: beocios. Gilipo…, si prefieren.