Según las estadísticas al uso, la longevidad de la población en su conjunto viene aumentando desde que se dispone de datos al respecto, de modo que la esperanza de vida (años desde el nacimiento hasta lo que se da en llamar “muerte natural”) supera ya en Europa los ochenta años. Sin embargo, albergo alguna que otra duda al respecto que es causa de una cierta frustración que les explicaré. Para empezar, etiquetar cualquier deceso como “natural” no me parece adecuado; se refiere a muertes sin intervención ajena, por violencia o también, seguramente, se excluyen las debidas a accidentes,
pero resulta que el final debido al deterioro por cualquier enfermedad es también accidental (“la muerte natural” no existe; toda muerte es un asesinato, escribió Bufalino en “Perorata del apestado”) y podría haber concluido de otro modo como venimos comprobando a tenor de los avances científicos, así que lo de “natural”, para ser consecuentes, entre comillas.
Es obvio que muchos profesionales, desde investigadores de laboratorio a sanitarios, educadores o medioambientalistas, dedican sus años en activo a retrasar ese casi eufemismo que supone referirse a ciertos óbitos como extinción natural. Además, y en mi opinión, en el cálculo de la supervivencia media debieran incluirse también las muertes causadas por los despropósitos que esporádicamente han arrasado sociedades, por armas o hambrunas, sin importar sexo ni edad. ¿Acaso los 700.000 fallecidos en la guerra y posguerra civil española, los 35 millones de la 1ª o los 70 en la segunda de las dos guerras mundiales, las masacres en Vietnam, Siria… no modificaron sustancialmente las cifras de supervivencia global en los respectivos países? Considerar estas cifras por separado es de algún modo una trampa y, de incluirlas en el cómputo, reducirían significativamente esa esperanza de vida por la que se esfuerzan otros. De ahí, precisamente, la frustrante sensación que puede embargar a quien se lo plantee; máxime si ha dedicado buena parte de su vida a intentar retrasar esa “muerte natural” que en determinadas épocas pasa a ser, con armas de por medio, cuestión trivial.
En mi profesión, dinero sin cuento destinado a mejorar la farmacoterapia para prolongar la supervivencia de enfermos de cáncer, incluso en estadios avanzados, siquiera unos meses más; un esfuerzo continuado, colectivo y, de pronto, cualquier dictador descerebrado y asesinatos mediante puede hacer, de lo conseguido, pura anécdota. De ahí que, por esa y otras razones, muchos reivindiquemos el derecho a conocer cuál será en un próximo futuro la esperanza de vida media de la población ucraniana, tomando también en consideración a los exterminados mediante la llamada “Operación militar especial”. Y es que la suma de muertes, “naturales” y provocadas, dará mejor medida de un progreso que es, demasiadas veces y como demostraría la comparación de la supervivencia actual con la de años pasados, regreso a la irracionalidad de anteriores dislates. De ahí, de una longevidad en retroceso por mor de la pólvora, el alimento para la mencionada frustración. Este año y en Europa, los años de vida media se habrán reducido tras la matanza de inocentes, jóvenes y niños, con lo que Putin será criminal por partida doble dado que, además, habrá matado también la esperanza que sobre el aumento de la supervivencia procuraban las estadísticas anteriores al desastre.
De las guerras precedentes no sé cuánto se enteraba el personal. (Los medios eran precarios, pero quizá hubiese más sinceridad.) De la de Ucrania, aunque hay canales a tutiplén, yo no me entero de NADA, porque en todos detecto una atroz sarta de imprecisiones, por no decir mentiras.
Empiezo execrando la invasión rusa -un tufo antañón, tosco e incivilizado- y sigo execrando la ‘justificación’, que se resume en un neo/verbo -desnazificar-, tan absurdo como sería desasnar a hostia viva.
Ahora bien, el reciente episodio de Bucha requiere mucho análisis. Al menos hay tantos adeptos a la versión de que el ejército ruso cometió tropelías asquerosas, como adeptos a la versión de que comandos ucranianos masacraron a ‘colaboracionistas’. Ya casi no aspiro ni a saber la ‘verdad’, pero si alguna persona caritativa lo tiene a mano y a bien, por favor, que me diga qué leches pasó allí. (Lo mismo no pasó nada y nos han mostrado muertos de atrezzo, o imágenes extemporáneas no de Bucha, sino de buchaca. De ser así, lo mismo no hay que reajustar los cálculos actuariales.)
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Antes que los rusos, al parecer los ucranianos habían cometido tropelías sin cuento con los rusófilos del este… Tema complejo, aunque Putin no tenga excusa que valga.
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Qué complejo comentar esta entrada. Sin mi ignorancia ante lo que escribes sobre las estadísticas, que no conozco, hubiera asegurado que la longevidad aumenta, efectivamente, en nuestra sociedad occidental por factores de alimentación, ciencia y demás.
El que se incluyan factores cómo los fallecidos en guerras no sabía que entraba en el conjunto de las estadísticas, entre otros.
Por lo demás, coincido con vosotros, en lo que respecta a esta guerra que, increíblemente, en estos tiempos de información instantánea resulta que tenemos el lado de «desinformación» que tanto cuesta desentrañar.
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Los muertos en guerra o violencias varias, parece que no entran en los cálculos de longevidad…
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Sorry, lo había entendido mal, disculpas milessss.
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Si,y tanto como se abrán reducido los años de vida media,por éste genocidio,del tal llamado putin,con su cerebro descerebrado,oh quizas no tanto!!!.Es terrible ver éstas frustaciones por el poder en el mundo.
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Y es un tema recurrente. Desde los neandertales extinguidos y los sapiens sobre sus cabezas…
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