Una plétora de principiantes, sin formación específica ni cualificación adecuada, aspiran a gestionar lo que salga en lugar de hincar el pico. Tomar los cargos sin las cargas, que dijera Gracián, para una administración carente de ideas previas, lo que es posible debido a la permisividad de gremios profesionales, organismos e instituciones públicas cuyo objetivo no es garantizar la idoneidad del elegido sino asegurarse su fidelidad y dependencia. En esa línea, se alude a “la vocación” como justificante de la asignación, al “talante”; se utilizará un lenguaje ajeno al análisis, y la muchas veces deleznable práctica del nombrado, a diferencia de otros trabajos, no pondrá en riesgo su continuidad.
Con objetivos genéricos y en demasiadas ocasiones sin explicitar, se antoja utópico poder evaluar con justeza los resultados (encima, puede transcurrir mucho tiempo entre la actividad del gestor y sus consecuencias) , aunque de ello no se derivará una disminución de los incentivos económicos que el puesto lleve aparejados. Y ello porque en esas lides se acostumbra a ser juez y parte, amén de que, entre otras lindezas, se argumentará que las relaciones causa/efecto distan de ser unívocas y podrían atribuirse a cualquier contingencia.
El caso es que, probablemente, María Zambrano no se refería a los gestores cuando apuntó que a fuerza de errores se aprende a pensar. Baste con observar ayuntamientos, consejerías, algún que otro hospital o ministerio, para refrendar lo que en su día escribiera Muñoz Molina respecto a los méritos en muchas de las actividades políticas, inseparables de la gestión: analfabetismo y desvergüenza. En consecuencia, ¿serían deseables unos requisitos mínimos para ejercer de gestor? ¿Examen y período de prueba? Pues ahí queda eso, aunque con toda seguridad no servirá de nada y seguiremos en las mismas tras las elecciones por llegar.
¡¡Cuanta razón tienes , Gustavo! Aunque , como bien dices, la razón en este tema sirve para poco.
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Bueno, el examen y el período de prueba existen, con todas las deficiencias que se quiera. Se trata de las elecciones y la legislatura, respectivamente. Tal vez el problema no radique tanto en los examinandos cuanto en los examinadores, o sea, nosotros mismos. En demasiadas ocasiones nos fiamos de eslóganes hueros, mentiras y manipulaciones varias que podríamos vencer con solo un poco de esfuerzo. Nos dominan, en cambio, nuestras propias inercias, apatía y falta de exigencia. Es en ese terreno, precisamente, en el que pueden medrar tantos gestores mediocres, oportunistas y corruptos.
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Creo que las elecciones no examinan a los candidatos sino la eficacia de la manipulación previa… En cuanto a la legislatura, se hace imposible que el suspenso cristalice más allá del artículo periodístico…
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Hay tema…
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Complejo el buscar soluciones a estas alturas cómo evaluar la dinámica que arrastramos de capacidades satisfactorias para quienes tienen ese afán. Pero ¡si hasta se nombra a un torero para no sé qué dirección general taurina!.
Ahora tienen esa herramienta, por lo visto, de chat de inteligencia artificial…no quiero ni pensarlo.
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Lo has clavado. En la administración han entrado muchos jóvenes con esa actitud. También los hay mayores, que montan líos tremendos. Hay vagos ambiciosos y tontos trabajadores, no se qué es peor, pero lo más peligroso es que se creen que valen mucho.
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creencias por sobre el razonamiento… Y así seguimos…
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