No les llamo tronos a ambos porque el origen divino marca la diferencia aunque, una vez sentados sus ocupantes, lo previsible y anodino de sus mensajes o esa gaseosa representatividad, inútil para modificar la realidad, los hermane más allá de Corinnes, elefantes o pederastas en la grey.
Por lo demás, otras circunstancias debieran hacer reflexionar al nuestro. La permanencia en el cargo del Pontífice, con mejor deambulación y pareja fluidez verbal, era lo que cabía esperar por historia. Y las evidencias de estar gagá, con las consiguientes meteduras de pata, no habrían puesto en peligro en modo alguno la linea sucesoria elección mediante, así que su decisión sólo hace que anticiparla.
En cambio, el sitial de aquí se resiente con las torpezas a tal punto, que la ausencia de plebiscito para ocuparlo no garantiza su futuro. Bajo ese prisma, una retirada a tiempo podría ser la mejor estrategia para que los descendientes -el próximo ya va teniendo una edad- puedan seguir en el disfrute.
Supongo que no saber latín para anunciarlo, será una cuestión menor.