Leo que la Fundación Kati, en Tombouctou (Mali), se ha cerrado. Los libros de nuevo dispersados cuando no quemados, e Ismael Diadié Haidara Kati, duodécimo de una dinastía con orígen en España, el historiador, poeta y filósofo, se ha exiliado.
Estuve allí hace cinco años, hablé con él y me contó de los miles de volúmenes que había conseguido volver a reunir; fondos árabes y judíos que salieron de Toledo en tiempos de Enrique IV y permanecieron ocultos en chozas, allá por las inmediaciones del río Níger, hasta que su esfuerzo y el de un grupo de intelectuales (desde el fallecido Valente a Goytisolo, Muñoz Molina o Amin Maalouf), unido al apoyo económico de la Junta de Andalucía, consiguió adecuar un edificio que albergase en buenas condiciones semejante tesoro. Fue lo mejor del viaje y escribí en su día un artículo al respecto, «Memoria sobre la arena», que de interesarles pueden leer en la hemeroteca del Diario de Mallorca.
El caso es que el milagro ha durado poco. Los islamistas radicales entraron en la ciudad hace unos meses y buena parte de los libros -los que no pudieron regresar a sus antiguos escondrijos- han sido destrozados o quemados.
La censura y la quema son, a lo que parece, consustanciales con las ideologías totalitarias. Desde el Santo Oficio a Stalin y de los nazis a Franco, la historia se repite en un intento por borrar la Historia. Les da miedo que el pasado ilustre su abyecto presente. Como un espejo.
Estupenda reflexión,sobre la estupidez y crueldad humana que no ha aprendido nada, después de siglos de intolerancia.
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