Hoy miércoles, a las doce horas y dos minutos, ha comenzado la primavera y el día durará lo que una noche que parecía no querer terminar. Porque la afianza una pandilla de sinvergüenzas: los ladrones y sus hipócritas comparsas, que mucho deben tener que ocultar para hacer opaca incluso la transparencia que pregonan.
Siquiera a ellas, a las estaciones, se les dan una higa los manejos de Merckel y sus esbirros. No sé si del todo porque, cuando he salido esta mañana, lloviznaba y el aire era frío. Espero que la primavera reaccione y es que, si besa suavemente la arboleda como diría Machado, mejorará nuestra luz, ésa que puede hacer más llevadero el agobio a que nos someten.
Estamos vivos y vamos a florecer, mal que les pese. ¿Que vendrá otra noche? Claro que sí pero, entretanto, disfrutemos de nuestros propios brotes verdes. Que son cuatro días y no los han de teñir con su mediocridad. Si la naturaleza va a librarse del corsé, ¿vamos a ser menos? Librarse de ellos es el segundo objetivo pero, con la primavera, parece también posible.