Los norteamericanos brindan al mundo luces y sombras, así que optar por las segundas no parece la mejor alternativa y, no obstante, por ahí vamos siquiera en lo que hace a una equidad sanitaria que, hasta hace poco, nos situaba con ventaja respecto a ellos.
En un reciente estudio publicado en la revista médica «Jama Surgery», se constata que las mujeres jóvenes con cáncer de mama (la menor edad suele relacionarse con tumores más agresivos), si son hispanas o afroamericanas, tardan más en ser operadas en comparación con el colectivo de blancas no hispanas. Asimismo, también en aquellas con cobertura pública (Medicaid) o sin seguro, el intervalo diagnóstico-tratamiento es mayor respecto a las que disponen de un seguro privado y, en consecuencia, menores sus posibilidades de curación.
Que la etnia y la pobreza condicionan una vida plagada de dificultades es sobradamente conocido, pero que favorezcan unas muertes evitables, en el país de las oportunidades, no es de recibo. En lo que a nosotros respecta, vamos por el mismo camino: los diagnósticos se retrasan y las listas de espera en la sanidad pública propician que los centros privados se ofrezcan como alternativa. Para quien pueda pagársela. Hemos llegado al punto de convertir en norma la injusticia; de anticipar la muerte a los desfavorecidos. Pero nos parecemos en algo a USA y, además, ha bajado la prima de riesgo. Todo un logro.