La fascinación por las cifras terminadas en más de un cero, respecto a cualquier acontecimiento, tiene un algo de inexplicable más allá de su facil memorización. Para el año mil, o el dos mil, se anunciaron cambios mundiales, los millones de cualquier rescate son siempre redondos e igual ocurre con las cifras del desempleo, por debajo o por encima de, superan ya los…
Sin embargo, el mejor ejemplo, y a diario, lo tenemos en el Ibex. «Ha alcanzado la cota psicológica de los ocho mil»; «Baja pero salva los ocho mil quinientos», «pese al ascenso no consigue superar la barrera (?) de los…». Siempre ceros, y mejor tres que dos. O cuatro. Ignoro el por qué, si se terciase, no habría de ser mejor referencia el año del descubrimiento de América, el de la Revolución Francesa o el de la muerte de Franco excepto para quienes yo me sé. ¡Pues no señor! Priman los ceros incluso para las evasiones de capital de Bárcenas. Ni un euro más ni uno menos. Como si hubiese guardado el dinero bajo un ladrillo hasta redondear la cifra. Así las cosas, no me extraña el éxito mediático del Sr. Carni-cero. O que el Sr. Cero-lo tenga aún futuro político. ¡Y pensar que, cuando en la escuela, nos amenazaban con eso! Fue después cuando nos percatamos de que, con cualquier número a su izquierda, cuantos más, mejor. Porque la vida podía cambiar de color.
¡Qué tonterías, verdad? Eso me pasa por escribir el post recién levantado, sin haberme despertado del todo.