La seguridad, en estos tiempos, está en franco retroceso. Claro que un plus de inquietud puede ser el despertador que nos saque de la modorra, así que, siquiera por la complejidad del tema, dejaré hoy de lado la coyuntura social para apuntar a algo que necesita de menos reflexión por evidente. Las Compañías de Seguros sólo cumplen con exquisita puntualidad en lo que hace al cobro de las cuotas porque, cuando se trata de responder, las mil y una excusas son pocas.
Si contrata usted un seguro sanitario privado, lea la letra pequeña con atención porque, de recurrir a él, es probable que no cubran las visitas, la medicación o el ingreso hospitalario en determinadas circunstancias. Aunque haya pagado durante cuarenta años o precisamente por eso: por haber envejecido mientras cotizaba. Si se trata de su domicilio, hay muchas más exenciones que las que pudieran derivarse de los daños producidos por la sevicia de un extraterrestre. O de un tsunami.
Lo que motiva hoy este post, es el encogimiento de hombros de la Aseguradora ARAG, tras haber tenido que anticipar el regreso de un viaje por causa médica documentada. Tras los primeros compases ya ni tan solo contestan, así que cuidado con la citada ARAG y, por extensión, con todo el resto. Porque no hay quien les meta mano. Pasa como con las Eléctricas. O con las millonarias jubilaciones de políticos y banqueros. Es evidente que, también para asegurarse el futuro, hay que pertenecer al círculo del poder.