Hace unos días, la Agencia Europea del Medicamento ha recomendado la retirada de fármacos que contengan Tetrazepam (Myolastan, muy usado en el tratamiento de contracturas), tras comprobarse que ocasionalmente pueden provocar reacciones cutáneas graves. También por razones de toxicidad se retiró el Mediator(en España en 2003; en Francia años después, en 2009), un antidiabético que causaba eventualmente problemas cardíacos y, por poner otro ejemplo conocido, muchos recordarán las malformaciones fetales que produjo la Talidomida tras administrarse a embarazadas; sin embargo, sigue siendo un tratamiento útil para el Mieloma… Quiero significar con ello que el tema es complejo y no puede despacharse con dos frases.
¿Cómo pueden ocurrir estas cosas? Pues tiene su explicación. La comercialización de un producto es el final de un largo y dificultoso proceso de investigación básica y clínica que implica inversiones multimillonarias (¿deberían correr a cargo del Estado? Esa es otra cuestión…). De demostrarse la utilidad, puede representar un negocio, claro que sí, pero también la amortización de cantidades perdidas en otras líneas que no llegan a buen puerto.
¿Deberían prolongarse los estudios de modo que pudieran detectarse toxicidades infrecuentes y/o a largo plazo? Probablemente sí, aunque en ocasiones los beneficios sean tan notorios que puedan justificar la premura (caso de algunos medicamentos antineoplásicos…). En cualquier caso, es injusto cargar las tintas, sin matiz alguno, sobre las empresas farmacéuticas. O apelar una y otra vez a la teoría de la conspiración. También la industria ha tenido que ver con el aumento de la esperanza de vida, así que un poco de sosiego en los comentarios (he leído algunos que no son de recibo) y una adecuada información antes de opinar. De apetecerles, el tema da mucho de sí y podemos continuar.