Nadie esperará, con esta calorina, un esfuerzo de reflexión. Ni yo me siento capaz, así que me he puesto a escribir un post sin idea previa alguna y he echado un vistazo a los últimos por si surgiera el chispazo. De pronto, ¡Zas! Curioso. Con independencia del contenido, todos tienen tres párrafos. Ni más ni menos. Podría obedecer a que ningún tema daba más de sí -o yo más de mí-, pero no termina de parecerme una explicación satisfactoria. Por fortuna, he sido tocado, siquiera de refilón, por la clarividencia veraniega.
También eran tres las hijas de Elena. Y a la tercera va la vencida que es, como si dijésemos, una implícita obligación de planteamiento, nudo y desenlace. Y eso por no traer a colación la Santísima Trinidad o a las Tres Gracias (a ver si alguna se me pega). También Tres horas en el Museo del Prado y no hay dos sin tres, de modo que, contando desde el inicio de la crisis y tras Zapatero y Rajoy, el tercero va a ser para mear y no echar gota. Y a mayor abundamiento sobre la importancia del numerito tres, el actual presidente aseguró tres cosas en su numerito Parlamentario: me he equivocado, no voy a dimitir ni convocaré elecciones.
A la vista está que el tres tiene algo, así que voy a seguir con los tres párrafos a no ser que el otoño me aporte una justificación de más calado para cambiar la extensión. Además, ¡lo a gusto que voy a estar ahora mismo en el TRESillo, casi noqueado tras la digresión! Quizá también les ocurra a ustedes al terminar estas líneas y en tal caso les ruego que me disculpen. Debe ser cosa del bochorno porque, en otro caso, mejor sería cerrar por vacaciones y ponerme a jugar al tres en raya.