Es lo que arguye el PP, que con sus votos y los de UPN aprobó, el pasado 2 de octubre, una proposición de ley para declarar la tauromaquia Patrimonio Cultural Inmaterial. Inmaterial: como si la sangre derramada fuese intangible y patrimonio del espíritu. El caso es que, en 2006 y según una encuesta Gallup, el 72% de la población no tenía ningún interés por la llamada «Fiesta Nacional». La cosa debe ir a más y, este mismo año, el estudio de IPSOS revela que más de un 75% rechaza que se subvencione la tauromaquia con sus impuestos. Estamos hablando, hasta hace poco y según he leído, de 500 millones de euros procedentes de las administraciones central o locales. Que no es moco de pavo.
Pero les da igual, porque lo que cuenta es tener mayoría en las elecciones, que no en la sociedad. Como sucede con el TIL en Baleares. Y con ese respaldo, ¡toma Marca España! La que ellos entienden por tal, aunque habrá que ver lo que opina la UNESCO tras el refrendo por parte de los paniaguados del Senado. Está visto que la Ley de Protección de los Animales sólo funciona para resguardar a los responsables de la propuesta. Una ley, la de los animales, diseñada a su medida, vaya. Por lo demás, la defensa de la tauromaquia ¡es la única que ha tramitado la Comisión de Cultura en lo que llevamos de legislatura! Parece obvio que la otra Cultura, la que promueve inteligencia y sensibilidad, no va con ellos.
Así se explica que la que es ajena a banderillas -o lanzadas en Tordesillas, en el torneo del Toro de la Vega-, agonice tras ser picada por un IVA aumentado del 8 al 21% actual. Y todo por primar la tradición que ellos prefieren. En esa su trayectoria, no me extraña que librerías, cines y teatros vayan echando el cierre mientras la derecha que nos gobierna se plantee en un futuro resucitar la Inquisición o las ejecuciones en la plaza pública, en línea con las tradiciones de violencia de las que se sienten depositarios. Pero nada de resignación, ¿eh? En cuanto podamos, ¡se acabó la Fiesta! Ya dura demasiado y es cuestión de ponerse a trabajar. Siquiera para quitarnos de encima esta histórica vergüenza.