Tras el intento de reforma educativa (TIL), masivamente contestado por la ciudadanía y que sigue coleando, esta ultraderecha (no creo exagerar en la etiqueta, a tenor de las pruebas) se nos descuelga ahora con una Propuesta de Ley -Iniciativa Legislativa Popular (ILP) de apoyo a la mujer embarazada- que empezó a tramitarse el pasado día 8 sin otros apoyos que el suyo y, por supuesto, el de las asociaciones provida. Esa ILP ha sido aprobada hasta hoy por otras ocho CCAA (todas gobernadas por el PP) y carece de contenido excepto el ideológico, como puede comprobarse. Nada de presupuesto que garantice el apoyo a las embarazadas sin recursos, pero éstas dispondrán de un teléfono gratuito de consulta (al extremo de la línea, imagino que cualquier capellán o miembro de la Redmadre, a ratos libres) y, para desincentivar el aborto, «políticas transversales» -así dicen, sin mayor precisión-, «promoción de la corresponsabilidad de los padres», «puntos de asesoramiento»…

Como puede apreciarse y contra el aborto por principio (s), vaguedades, que no soluciones. Hasta la fecha, se ha recortado en anticonceptivos, y recuerden la postura del PP y el clero (siempre tan distanciados) frente a la «píldora del día después»; el año pasado, las mujeres que optaron por la interrupción voluntaria de su embarazo debieron adelantar el dinero a la clínica privada correspondiente y, en tres años, las ayudas sociales han disminuído globalmente en casi cincuenta millones de euros. Ése es el marco desde el que pretenden incentivar el parto en cualquier circunstancia y, como estímulo al que pocas podrán hurtarse, un «teléfono de la esperanza». En cualquier cosa excepto esperar que el Gobierno les eche una mano.

La hipocresía movería a risa si no estuviesen tratando un drama: el de esas mujeres a quienes pretenden reconducir al buen camino que es, ¡faltaría más!, el suyo. Pero sin gastar unos duros que prefieren conservar para sus trapisondas. Por eso se llaman, seguramente, conservadores. A lo que parece, se trata en el fondo de crear un caldo de cultivo que facilite el «trágala» que supondrá la reforma de la Ley de Salud Sexual y Reproductiva que planea Gallardón. Nada de facilidades para prevenir un embarazo no deseado, ni medida alguna para colaborar en la crianza del nacido. Sermones y garrote, como en los tiempos del Dictador. Y por eso su reiterada negativa a condenar el franquismo: por no echar piedras sobre el propio tejado.