Recordarán ustedes el rechazo social que ha originado en Madrid la privatización (los del PP prefieren llamarla «externalización», al igual que se externalizan los jóvenes en paro que emigran para pagarse los garbanzos) de algunos hospitales: el de Torrejón, el hospital Infanta Elena, el de Móstoles… Como otro efecto secundario, añadido al deterioro asistencial, los consejeros de sanidad de entonces (Lamela entre 2003-2007, y Güemes hasta 2010), ambos bajo la tutela de la inefable Esperanza -Aguirre; no confundir con esperanza de futuro, ésta en franco retroceso a diferencia de la expresidenta-, han sido imputados hace unos días por cohecho y prevaricación.
Entre las empresas sanitarias favorecidas se cuenta Capio, Ribera Salud (que vendió posteriormente su participación en el hospital de Torrejón a Sanitas), Asisa o Unilabs. ¿Los indicios delictivos? Pues Lamela creó, tras dejar el cargo, una Sociedad que tenía, entre otros clientes, a Capio. Otrosí: el hospital del Tajo, privatizado durante su mandato, era gestionado por Assignia, empresa de la que él formaba parte… En cuanto a Güemes, cobraba de Unilabs, el laboratorio privado al que concedió previamente el contrato para los servicios centralizados. Como puede deducirse, las privatizaciones suelen tener ventajas (privadas, como el propio nombre indica) que sus autores no explicitan y que, cuando cuestionadas, lo son siempre por cortedad de miras o una burda maniobra de la oposición. Es lo que ha manifestado Lasquetty, el actual consejero del ramo, tras ser preguntado al respecto.
Supongo que aquí, en Mallorca, y tras la cesión de servicios médicos prestados por hospitales públicos a una clínica privada, el Conseller se pronunciará en la línea de su colega madrileño; pelotas fuera, toda vez que el ahorro o los beneficios clínicos para los enfermos distan de estar claros. ¿Debería poner las barbas a remojar? Tal vez y siempre que la imputación de sus conmilitones prosperase, una cuestión ésta sobre la que albergo serias dudas y es que, lo de creer en una justicia igual para todos y a la vista de los hechos, no pasa de voluntarismo. Volveré sobre ello a no tardar.
Mi región (Cantabria) estuvo gobernada varios años por una coalición socialista-regionalista cuya cabeza visible, el ínclito Sr. Revilla, se convirtió en un bufón populista/garbancero que provocaba algo entre la náusea y las ganas de exiliarse en Burundi. Era imposible que hubiera otro presidente más lamentable. Bueno, no lo era, solo lo parecía, a juzgar por el mendrugo al cubo que ahora nos gobierna.
Nos hemos superado con un espécimen de honda raigambre PP. ¡Qué digo PP! Habría que meterle 4 o 5 «p», incluidas las de prepotente, pelmazo y panzaburra.
Y lo peor no es su pésima gestión, sino el clima absolutamente irrespirable que le imprime a la política. Con Revilla alguno se reía, con éste no hay forma humana: el tipo ha desterrado la risa de cualquier jeta, como el Jorge de Burgos que se cargó a tantos monjes que tuvieron la desfachatez de soltar alguna carcajada.
No sé si existe este latinajo, «vade retro, áspero sujeto», pero le cuadra fetén. Y en Madrid igual. Es imposible expresar la menor discrepancia, salvo que quieras engrosar las filas de un hipotético ejército anti-sistema en el que, encima y según parece, ostentas galones de coronel. Y la pena, ya se sabe, proviene del código militar. Aunque la sentencia venga de unos chorizos que hasta nuestros amañados tribunales se ven obligados a juzgar.
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Y engrosar las filas antisistema no parece, en cualquier caso, una decisión operativa. ¿Y si le preguntásemos al Sr. Revilla por una alternativa? Visto en TV, parece incluso ingenioso…
Un abrazo, colega.
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