Así reza la propaganda de la compañía eléctrica Endesa, con una «cultura de empresa» que incorpora, por lo que venimos comprobando, el pillaje como una de sus habilidades De ahí lo de «personas». ¿A quién, si no, iban a sacarles hasta las entretelas?

Aunque mantuviesen las tarifas actuales, estamos ya frente a una de las electricidades más caras de Europa. Desde 2012 se ha encarecido un 21%, a lo que se sumaría ese 11% a partir del primero de enero, porcentaje que el propio Gobierno, corresponsable de esta desmesura, considera excesivo pese a que la deficiente planificación, por parte del actual Ministerio de Industria, esté en la base del despropósito. En la subasta que ha decidido la sin par subida, intervienen entidades financieras, inversores en busca de beneficios y unas compañías eléctricas que quieren curarse en salud frente a las medidas regulatorias que se iniciaron durante el mandato de Aznar, hoy -ya que hablamos de electricidad- perfectamente enchufado en el sector. Basta con observar su semblante encalambrado.

Y, como es habitual, será la ciudadanía quien deba seguir costeando inepcias y sinvergonzonerías. De seguir así, hasta la luz del sol, ésa que tarda en llegarnos ocho minutos y pico, podría ser sometida a peaje; en otro caso, podría retrasarse o incluso no iluminar a quien deje de apoquinar lo que pretenden, con lo que viviríamos a oscuras. Ya han empezado a entrenarnos con esas incomprensibles tramas que ni los propios actores terminan de entender. De ahí que nuestros políticos etiqueten la última subasta eléctrica de «atípica» y «opaca». Porque se les escapan las extorsiones en las que no son, como acostumbran, únicos protagonistas.