Pedro J. Ramírez, director de «El Mundo» desde 1989 (tras abandonar la dirección de Diario 16 por presiones políticas), deja hoy el cargo. Mejor dicho: ha sido despedido de nuevo, esta vez por el Consejo de Administración de Unidad Editorial, propiedad de RCS Mediagroup. Ocupará su plaza el actual vicedirector desde 2004, Casimiro García Abadillo, el cual, en palabras del Consejo, «Es garantía de respeto a los valores en base a los que fue fundado El Mundo».
Sospechosa declaración de principios, ¿no? Se diría que con Pedro J. se han ido perdiendo por el camino, y la presunción de que ha sido defenestrado como castigo, y no precisamente a consecuencia de la crisis económica que sufre el periódico (en eso están todos en mayor o menor medida), como arguyen, cobra fuerza al leer entre líneas sus propias afirmaciones. «No se me ha sugerido nada. Se me ha comunicado la destitución». Y respecto a la acusación que formuló en su día Rajoy sobre la supuesta manipulación del «caso Bárcenas» por parte de «El Mundo», «Es el hito clave -asevera- de algunas cosas». «Aquí empieza el via crucis». También el diario, bajo su dirección, se ha mostrado inmisericorde con Urdangarín, destapó la contabilidad B del Partido en el Gobierno…
Un tipo complejo éste Pedro J., con arraigadas filias y fobias que no tiene empacho alguno en trasladar sin tapujos a sus columnas, porque no hay que olvidar que fue en su día acérrimo defensor de Aznar, lo cual tiene sus perendengues. A mí nunca me cayó bien (ni uno ni otro, para que la frase no se preste a confusión), aunque P.J. goce de mi respeto (a diferencia del ex presidente) ya que no admiración y es que, Exuperancias aparte y como diría el Capitán Trueno, no merecía un fin así. Sin embargo, doy por hecho que no se va a jubilar, mal que les pese a los inquilinos de Moncloa y Zarzuela. Y me alegraré, aunque sólo sea por constatar otra vez que el control mediático que pretenden los poderosos, no siempre resulta a la medida de sus oscuros intereses. Aunque en esta ocasión, y de entrada, lo parezca.
A mí tampoco me cae bien (y creo que a mucha gente tampoco).
Si no es Caperucita feroz (versión que me interesaría más), sí que es Caperucita millonetis, con piscina a pie de mar (ya no va al río), que se va a llevar una pasta por el «despido».
Sí, creo que les estaba resultando bastante incómodo a Moncloa, al mundo empresarial y a Zarzuela sobre todo… Por eso deseo que continúe haciéndolo, sea desde donde sea; espero que no se lo hayan cargado (ya lo intentaron con aquello del vídeo…).
Me gustaMe gusta
Sí, ahora recuerdo también lo de la piscina…
Me gustaMe gusta
Cuando era incluso más tonto que hoy, allá, lejos, a finales de los 80, me hice lector más o menos asiduo de El Mundo. Nunca le profesé mucha estima a su director, pero qué más da: veía yo un estilo que enaltecía la noción de «cuarto poder». Pero ocurrió un hecho gravísimo, a mi entender imperdonable, que fue la aparición del ínclito PJ en el balcón de Génova. Si derribar el felipismo llegó a ser cuestión de simple decencia -y ahí reside la «grandeza» del periodismo-, apuntalar el aznarismo fue un absoluto disparate. Dejé de comprar El Mundo. Ahora, cuando Rajoy y la Monarquía parecen trasuntos del felipismo renqueante, tampoco lo compro. No me da la gana de financiar operaciones más bien subterráneas. En cuanto a la suerte de PJ, quedó escrita hace siglos: «Roma no paga traidores». Los usa, naturalmente, pero no les recompensa. No son de fiar.
Me gustaMe gusta
Siempre me ha parecido, además de todo lo anterior, un algo bilioso éste Pedro J., lo cual es absolutamente repetable, pero me cargan quienes no son capaces de distenderse, de sonreír sin segundas intenciones… y algo de eso es lo que le pasa y tal vez uno de los motivos por los que suscita cierto rechazo…
Me gustaMe gusta
Bueno, la famosa piscina finalmente la perdió. Por lo demás, no parte desnudo: se le calcula una fortuna de entre 50 y 60 millones de euros y, al parecer, maneja varias SICAV y algunas otras bagatelas. No está mal para un periodista «de raza».
Me gustaMe gusta