A esta derechona que nos ha caído en suerte, reunida el pasado fin de semana en Valladolid para su Convención Nacional, le viene que ni pintada aquella letra de «Montañas nevadas», la canción que se cantaba en los colegios durante el franquismo. «Bandeeeras al vieeento, el alma tranquila, yo saaabré vencer…». «Renovando y construyendo, forjaré la nueva Historia…». ¡Qué miedo!
Me recuerdan en cierto modo a los modos de Maduro, el venezolano, y es que los extremos terminan por identificarse, de modo que no me sorprendería asistir a un cambio en el nombre del Ministerio de Trabajo y Asuntos Sociales, que pasaría a llamarse «De la Suprema Felicidad» en cuanto se creen dos puestos de trabajo. Se trata sin duda de una forja, que menciona la canción, a golpes, porque así funciona la cosa, sobre los inermes y desfavorecidos. Pero no cabe llamarse a engaño porque han reivindicado implícitamente aquel «España va bien» de Aznar, y explícitamente las esencias fundacionales de Fraga y su «La calle es mía». Mía/suya como nuestros bolsillos sin duda, dado que desprenden el inconfundible aroma de la formación que los alumbró en su día: la Afananza Pandillar (AP).

Mienten más que hablan -aunque en el caso de Rajoy, tan contenido él, sobre todo si llueve, el asunto no tenga mayor mérito-. E intentan, al abrigo de la grandilocuencia, disimular su vacuidad. «El PP o la nada», afirmó Cospedal, la mirada clara y lejos. «Le hemos dado la vuelta a la cosa», presumió Don Mariano sin mencionar que el envés desvelado ha sido mucho peor, porque el «Partido de los logros sociales» únicamente ha conseguido, hasta aquí, una sociedad desangrada con base en los alfilerazos a que se la somete al tiempo que ellos siguen «Por rutas imperiales, caminando hacia Dios», por seguir con el himno, el Anteproyecto del aborto y los curas, sus fieles compañeros para el triunfo de la razón.

Y ahora, a esperar que el próximo año y cerca ya de las elecciones, disminuyan un algo el IRPF al tiempo que suprimen unas cuantas deducciones para compensar y hacer verosímil eso de que «Nosotros lo que sabemos es bajar». También unos derechos fundamentales que se baten en retirada, así que sólo espero la ocasión de echarme alguno a la cara para contarle cuatro cosas o, de no ser posible, siquiera un exabrupto. ¡Que os den por culo! Y conste que la grosería no es de cosecha propia. La he tomado prestada del ministro Guindos.