La biblioteca conocida como Fondo Kati, con sede en Tombuctú, es tal vez la más viajera de cuantas hayan existido. Aunque no por capricho, sino por la recurrente amenaza de destrucción que la persigue como su sombra desde que en 1468 saliera de Toledo con su dueño, Alí Ben Ziyad Al-Kati. Los Kati o Quati (en traducción, «godo»), familia convertida en el siglo VIII a la religión musulmana, fueron expulsados por Enrique IV tras la Reconquista y de allí partieron con sus libros (unos 3500; alrededor de 12000 hoy), en su mayoría de los siglos XV y XVI, escritos en árabe o hebreo y de variada temática (matemáticas, medicina, filosofía, historia medieval…). Al-Kati cruzó Marruecos, Mauritania, y terminó por recalar en aquella ciudad de lo que hoy es Mali hasta que ésta cayó en manos de una expedición marroquí; fue cuando los Kati hubieron de huir por segunda vez y dispersarse por las aldeas de las riberas del Níger junto a los libros, que una vez más fueron salvados del expolio durante la ocupación colonial francesa (1893 a 1960).
Así nos lo contó hace unos años, en la Biblioteca Andalusí de Tombuctú y en perfecto castellano, Ismael Diadié Kati, descendiente -12 generaciones- de aquel toledano exilado. Ismael, un hombre culto y amable, está unido al Fondo, que su familia ha sabido preservar de avatares sin cuento, por lazos que tampoco han podido romper, en años recientes, las nuevas turbulencias. En 2012, la hoy decadente Tombuctú, fundada en el año 1100 y en otros tiempos destino de caravanas y sede de un floreciente mercado de esclavos,
cayó en manos de islamistas radicales y, otra vez, los manuscritos esparcidos y ocultados en cajas y baúles, víctimas de ese hasta ahora imposible anhelo por brindarles el definitivo descanso que merecen.
Al parecer, y si los hados les son propicios, volverán pronto a Toledo, la ciudad donde empezó su periplo hace más de 500 años, para ser digitalizados. No será el último viaje de una accidentada historia que no desmerecería de cualquier otra que guarden sus páginas. Con la digitalización podrán salvar las palabras para el futuro y es importante; sin embargo, esos libros son mucho más: rictus, mutilaciones bárbaras y cicatrices que sólo el papel nos podrá contar. La intención de Ismael Kati es que regresen de nuevo a Tombuctú, aunque su propietario y custodio, como si lo viera, estará con ellos para hurtarlos de nuevos acosos como hicieron, en el pasado, él mismo y sus ancestros. Deseo de todo corazón que lo consiga y estaría dispuesto a cualquier cosa con tal de echarle una mano. Incluso junto a ese Níger por el que han ido y venido para escapar de la quema. Así se lo haré saber en cuanto tenga ocasión.
Muy interesante.
Un tesoro, de sabiduría, viajero por la fuerza, y protegido por una familia cuyo tesón, fuerza y constancia han sido admirables. ¡Durante tantos siglos!.
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