El oxímoron del título estaba visto para sentencia en cuanto el Tribunal Constitucional se pronunciase respecto al proyecto de votar el soberanismo catalán el nueve de noviembre y, desde ahí, en los próximos meses oiremos de otro igualmente equívoco: el de la dependencia libertaria o cosa parecida. Lo más claro es que, exista o no lo que se canta y su desenlace, lo que sí resuena es la voz del cantor. Y si desfallece Mas, ahí estará Junqueras para seguir entonando lo que algunos no alcanzamos a determinar si es himno o tonadilla. Ese permanecer con el alma en confusión («una, esclava a la pasión, / y otra, a la razón medida.»), por remedar a Sor Juana Inés y que sin duda deben experimentar en sus noches de insomnio, ha terminado por contagiar a muchos de quienes seguimos el proceso con el cansancio de sumar interrogantes que no hallan la adecuada respuesta.
Quien esto escribe se pregunta -remedando al de la viñeta, y hago extensiva la duda a los de Madrid- cómo es posible que permanezcan en sus cargos, impertérritos, unos políticos que llevan años planificando fracasos uno tras otro y si esos vaivenes del ánimo, entre la jactancia y el pesimismo, no terminarán por hacer mella en su salud mental. O ya habrá ocurrido y será la paranoia el sustrato de sus apuestas. Porque si Artur Mas nos ha salido ahora con un plan B que, según aseguró, ni siquiera tenía previsto (aunque los espectadores supiésemos que el A se iba a dar de cabeza contra la pared), sólo cabe deducir que es muy torpe o muy embustero, aunque en ambos supuestos debiera haber intuido (Malraux) que la máscara, más que ocultar, subraya. Y para abundar en el agobio, sabemos que cuanto más negro pinta el futuro con mayor ahínco se recurre al pasado, de manera que ya me veo regresado cada vez con más frecuencia a 1714. Para quedarme ahí si me descuido. O incluso más atrás y verme obligado en mis sueños a confraternizar con Wifredo el Velloso.
Como guinda, por simple pundonor y no quedar como un lerdo en cualquier tertulia de sobremesa, habrá que profundizar en el significado del término «Consulta» y sus variantes, léase consultillas, consultazas o interconsultas. Porque nos han hablado de muchas a tenor de la coyuntura. Pueden ser informativas o decisorias, referendarias u orientativas, globales, sectoriales… Y en cuanto a sus mecanismos, diáfanas o a hurtadillas, presenciales, telefónicas, por internet, escritas por correo o urnas mediante… El caso es, llámese Mas o Junqueras el causante del sarpullido, que independientemente (con perdón) de lo que vaya a ocurrir en el porvenir, el trayecto se está convirtiendo en un calvario. Incluso para los españolitos con el prurito de saber cuándo coño (con perdón otra vez) van a volver por sus fueros las moscas cojoneras. Si acaso alguien lo pudiera aclarar más allá del oxímoron.
Ayer mismo se preguntaba un comentarista politico (no recuerdo en qué emisora) si aún fuera posible restaurar el «diálogo» entre Rajoy y Mas. ¡Hombre! A estas alturas no creo que nadie sea tan ingenuo de suponer que alguna barrera «ideológica» se lo impida. Salvo el folklore propio del nacionalismo, en materia salarial, fiscal, presupuestaria, sanitaria, etc (lo que verdaderamente importa, vaya), son indistinguibles.
No obstante, hay una cuestión quizá más relevante: ¿a quién representa HOY don Artur? 1) Es verosímil que lo llamen al banquillo por ser jefe de Hacienda durante las andazas dels pujolets (incluso por sus propios oscuro-negocietes). 2) Gobernando el desastre pos-tripartito, convocó unas elecciones para ganarlas por mayoría absoluta y se pegó una hostia respetable. 3) Arrastró a su coalición (derechoso-corrupta) a «gobernar» ni más ni menos que con la Esquerra, y fracasó en su único «proyecto» de gobierno, precisamente una «consulta» que se ha convertido en puro esperpento. 5) No hay ni un solo sector, ni siquiera en su propio partido, donde no surjan voces sugiriéndole que dimita.
Carece de sentido perdirle a un sujeto indigno que dimita por dignidad. Sin embargo, es posible que la insistencia (a la cual me sumo) provoque su dimisión por aburrimiento. Que se aburra, por favor, igual que Rajoy nos tiene aburridos a todos los demás. Una vez se hallen los dos, confortablemente, en sus casitas, ya podrán resturar todos los cauces. Sin dar el coñazo.
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La coalición de Mas con ERC ya se ha resquebrajado, pero lo estaba aun antes de hacerse. Sin embargo, la ruptura de estos días puede ser todavía peor y aumentar la hondura de esos razonamientos esgrimidos por Junqueras -dicen que todo un cerebrito-, basados en «¡por mis gónadas que lo conseguiremos!». Van a ser unos meses francamente coñazos, sí. Aunque Mas tarde aún en irse a su casa, que es lo que el destino le tiene preparado (y se lo ha ganado a pulso). A casa siempre que el caso pujolets no le tenga preparado otro lugar a la sombra, y no precisamente de los cerezos en flor.
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La noticia me pilló en Barcelona.
Pensé -ignorante- ¡qué bien!, se acabó.
Ahora me estoy proponiendo hacer un trabajo personal, e idear un plan, para conseguir ignorar todo este asunto, que no me afecte.
El hastío que me provoca me está afectando. Y veo que queda mucho por delante.
Y como llevo un mosqueo del ocho con la Agencia Tributaria, me voy a dedicar a él, por entero, en exclusiva. Que nada me distraiga.
Así, que les den, al Rajoy, al Mas, al Junqueras y a todos sus secuaces.
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Ignorarlos puede ser, si eres capaz de pasar por alto las noticias sobre el tema, una buena solución. También lo sería ignorar a la Agencia Tributaria, pero igual se rebotan…
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Se han rebotado, por supuesto injustamente, de ahí que me deba a ellos en esclusiva.
Por eso lo de ver si soy capaz de ignorar asuntos de bombardeo independentista. Sería un logro. Veamos.
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