BARES O RESTAURANTES: ERRORES Y OTRAS INEPCIAS

Bar 6Las meteduras de pata son consustanciales a cualquier actividad. Fruto de las prisas, de una deficiente formación para el trabajo en cuestión o por simple despiste, suelen airearse las más graves por su trascendencia y, las más llamativas, también por la autoría o el contexto. Todos recordamos haber leído de un cirujano que olvidó las pinzas en la barriga del enfermo al que intervino, de una responsable política en el ámbito educativo que aludió al informe Pisa como «Trepitja» por ser fiel al idioma o, por más reciente, a Rajoy, aunque del Presidente ya no sorprenda nada. Su última actuación, el discurso en Cataluña para afearles la conducta en su terreno como mejor estrategia para propiciar un consenso, aprovechando el viaje para recriminar a Mas que hable en nombre de todos los catalanes, aun cuando él lo haga como portavoz de todos los españoles. ¡Faltaría más!

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Sin embargo, hoy quiero referirme a los locales del título y unos modos que, aunque no sea lícito generalizar, debieran cuidar más. Por mera profesionalidad, si no para tener contentos a los clientes de los que viven. BarQuizá lo observado con demasiada frecuencia tenga mucho que ver con empleados sin preparación específica y, con la que nos está cayendo, de procedencia variopinta: desde abogados o ingenieros sin mejor alternativa, a jóvenes en busca de lo que sea. Pero ello no debiera ser óbice para que se sirvieran los pedidos por riguroso orden de prelación, tardasen en traer la cuenta algo menos de lo que ha supuesto comerse los dos platos y el postre, o nos pusieran el vaso sin meter el dedo.

Bar 3Aunque es la palabra lo que hoy me motiva. Una camarera nos preguntó aquella vez, solícita y en perfecto castellano, si preferíamos la paella con «closcas» o sin ellas (closcas son, en catalán, las conchas y caparazones). Imagino que de ser extranjeros los interpelados (los había en las inmediaciones), aún estarían preguntándose a qué pudo referirse. Pero hace un par de semanas la cosa fue más chusca si cabe. En esta ocasión, el matrimonio de la mesa vecina solicitó, como segundo plato, conejo con cebolla. «Su conejo, señor», dijo atento el camarero al servírselo a él. Y, a ella, «Su conejo, señora. Con perdón». Bar 4Imagino lo que se le pasó al empleado por la cabeza y es que, a veces, la palabra traiciona el pensamiento. La mirada que le echó la susodicha me hizo estar seguro de que ambos sospechamos lo mismo. Con perdón. Afortunadamente para quienes caímos en la cuenta, el marido contemplaba el suyo sin polisemia alguna y no se enteró de la misa la media.

Acerca de Gustavo Catalán

Licenciado y Doctor en medicina. Especialista en oncología (cáncer de mama). Columnista de opinión durante 21 años, los domingos, en "Diario de Mallorca". Colaborador en la revista de Los Ángeles "Palabra abierta" y otros medios digitales. Escritor. Blog: "Contar es vivir (te)" en: gustavocatalan.wordpress.com
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5 respuestas a BARES O RESTAURANTES: ERRORES Y OTRAS INEPCIAS

  1. drlopezvega dijo:

    Cuando mi noviazgo, allá por el precámbrico, había un mesón famoso por sus canapés de sardina. El dueño era como una mula, por feo y porque había sido remero, lo cual le granjeó el mote de «Caraburro». Por extensión, así llamábamos al canapé de marras, pero naturalmente no había cojones de espetárselo al dueño. A gritos, muy educadamente, decíamos: «¡Julián, pónme un canapé de sardina!»

    Mi novia no se percató de la jugada y en la puta jeta de Julián le solicitó «¡un caraburro!» Yo no sabía dónde meterme. Menos mal que anduvo al quite un camarero, que empezó a chillar como un poseso que había que mover una barrica avinagrada. Y claro, ¿quién tendría la fuerza necesaria, aparte de Julián?

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  2. Y el camarero de mi historia podría haber seguido, tras finalizar el ágape, preguntándole: «Qué tal su conejo, señora?», e igual, al minuto, tampoco sabría dónde meterse…

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  3. Mónica dijo:

    No doy crédito. Se encuadra entre chusco y grosero. Sin ninguna gracia.
    Se puede pensar, ¡pero no decir!.
    Yo estoy segura de que le hubiese respondido… y no con buen humor.

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  4. Entre chusco y grosero, efectivamente. Oírlo y quedar pasmado fue todo uno, Después sonreí, pero para mis adentros, no fuese a verme la del perdón…

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    • drlopezvega dijo:

      Cosa curiosa es que en México el término «conejo», aparte del propio bicho, alude a la bola que forma el bíceps al contraerse. Carece de toda connotación sexual, por lo cual es perfectamente legítimo decirle a una dama: «¿Me enseñas el conejo?» Será una dama de gimnasio y estará complacida de enseñártelo, en distintos escorzos y líneas tensionales.

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