Durante el último par de semanas, se diría que no han ocurrido otros sucesos dignos de mención que las declaraciones de Teresa Romero, la que fue enferma de Ébola; las andanzas del niñato Nicolás y el asesinato del hincha coruñés, arrojado al río. Pero qué quieren que les diga: con el panorama que avistamos y el que se avecina, aquí o en el extranjero -desde el vuelco político en Estados Unidos a una Rusia de uñas, talibanes en Nigeria y Siria o las recientes elecciones en Uruguay…, y no pretendo hacer un listado que sería interminable-, la selección con que nos abruman se me antoja impropia y sin otro resultado que propiciar el tedio. Siquiera por la reiteración.
Porque vamos a ver: Teresa es una auxiliar de enfermería recuperada del contagio. Menos mal, pero lo que pueda opinar sobre sanidad no será relevante y su demanda judicial contra la Comunidad de Madrid tiene nulo interés para el común de los mortales, así que parecería lo más razonable, por su bien y el nuestro, pasar página y a otra cosa. En cuanto al efebo, al Nicolasito de las narices, bastarían unas viñetas que ironicen sobre sus atractivos y manejos subsiguientes. Y da poco más de sí.
De haber uno o más responsables del despropósito, dígase y, para sonreír, mejor Mafalda que el emplumado marisabidillo. En cuanto al asesinato en Madrid, ocurrió tras haber acudido la víctima con su pandilla de descerebrados para enfrentarse a sus homónimos del Frente Atlético y burlando el control policial desde su salida en autobús. ¿Reprobable? Claro que sí, pero todo: la violencia con resultado de muerte a consecuencia de un talante, el de todos ellos, ya conocido de antiguo. Y si se trata de condenar agresiones, no es de las que me causan mayor indignación ni más piedad, dado que asistimos cotidianamente a otras sobre personas, estas sí, absolutamente inocentes a diferencia del futbolero radical.
Quiero subrayar, con todo lo anterior, mi impresión de una cierta manipulación informativa, sirviéndonos, como entrante y para postre, unos hechos sobre los que el
escepticismo, como apuntaba Sciascia, parece el ejercicio existencial más aconsejable.. Y es que sorprende cómo se olvida con tanta frecuencia que también existe una ética de la priorización. Naturalmente que periodismo es contar a la gente lo que le pasa a la gente. Pero hay otra gente a más de la reseñada. Y otras situaciones de merecerían de un espacio que se les hurta. Al fin y al cabo, para escuchar y leer banalidades ya contamos con los políticos. Con buena parte de ellos.
Hace un tiempo, al hilo de que tropas marroquíes entraban en El Aaiún, se nos puso en huelga de hambre (en territorio español, hay que joderse) una tal Aminatu. Mientras se iba a pasar apetito en el Sahara, se declaró en España la huelga de controladores. El ministro quiso militarizarles, pero resulta que la guerra se produjo en Libia. Murió Gadafi y ya no me acuerdo de qué pasó luego.
Ni puta idea de cómo acabó la hambruna de la Aminatu. Sin noticias de los controladores. Lo de Libia, en fin, para qué hablar. Ni una sola de esas noticias perduró más de 2 semanas en la prensa/opinión, seguramente porque eran tan intrascendentes como cualquier otra.
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Los controladores, por lo menos aquí, en proceso judicial. En cuanto a Aminatu Haidar, sí que me acuerdo. Publiqué en su día un artículo sobre su decisión. Habría que enterarse de si finalmente adelgazó o fue todo un paripé…
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Hoy he visto en la 1 por primera vez a ¡Pablo Iglesias!. Brevemente. ¡Ya lo sacan!
Igual es porque ya no se puede decir nada más del hincha muerto y etcétera del fútbol. Llevan toda la santa semana con lo mismo.
Y creo que hay muchas noticias mas trascendentes e interesantes.
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