Porque imagino que la mayoría tenemos en cartera, si no un décimo, cuatro duros (o el equivalente en euros) de ese número que vendían en el bar que frecuentamos, en el propio centro de trabajo o la verdulería. Lo compramos en un momento de euforia, o tras sernos ofrecido y acertar allí donde duele: «Mira que si toca y soy el único tonto del barrio…». Porque el azar, despreciado cuando nos referimos a él en abstracto, pone también en evidencia nuestro lado oscuro. «Sólo faltaría que…», y «A ver si va a resultar que, la única vez…». Me recuerda a esos que, en el lecho de muerte y tras toda una vida de ateísmo militante, acaban por santiguarse. Por si acaso.
Luego vendrán los descorches y los abrazos, en la tele, de unos vecinos en San Serenín del Monte. Y es que siempre toca a quienes viven en el quinto coño aunque, de ser cierta la reflexión que nos hacemos un año tras otro, esa de que nunca más, ¿Qué pintamos hoy con las papeletas? Pues las contradicciones de nuestro ser esencial, ya les digo, porque otra cosa que también tiene narices es que la suerte se alíe con los adinerados; muchos de ellos agraciados -o eso afirman, por aclarar el origen de la pasta- en cuanto Hacienda los investiga.
Ahora mismo no recuerdo si Bárcenas, Pujol, Rato o Fabra, habrán asegurado que les cayó el Gordo en alguna ocasión, pero no me extrañaría. Aún recuerdo al supuestamente afortunado torero Luis Miguel Dominguín que, al ser entrevistado, contestó lo que me persigue desde la adolescencia como ejemplo del buen vivir: «¿Qué voy a comer hoy? Pues lo de siempre -respondió-: tortilla de patatas y perdiz escabechada», y quienes sólo conocíamos la primera parte del condumio, quedamos con la boca abierta en previsión de que un día lejano pudiésemos hincarle el diente a la segunda, lo que equivaldría a probar que habíamos triunfado en la vida.
En cualquier caso, ya saben que para tener suerte es preciso contar previamente con un objetivo, de modo que, si no hubiesen cantado ya el premio cuando lean esto, fíjense una meta y a verlas venir. Sin embargo, apostaría a que nos va a ocurrir lo de cada año por la misma fecha, así que mejor sería que los niños de San Ildefonso rifasen cuatro hostias. Vista la suerte de algunos con la concreción del azar en su persona, igual les caían y, a diferencia de lo que sucederá con los millones, los no agraciados tendríamos por fin una alegría.
Muy buenas las imágenes que has puesto. Hay varias de Montoro pululando por los teléfonos móviles estos días. Y con razón.
Por cierto, me han dicho que se ha cantado el 00.000, o sea: «cero» han dicho los niños. Le ha tocado una pedrea, pero estos números se los queda el estado. Así, le ha tocado la lotería por partida doble. Estarán contentos.
Por eso me parece buena idea la de rifar cuatro hostias (genial Gustavo), incluso más, pues soy de las que compran la lotería por obligación y nunca me toca. Así me alegraría por partida doble en cada sorteo que no me tocara.
Hacienda algo se llevaría (en hostias), e incluso igual se lo pensaban mejor a la hora de publicitar los juegos de azar inmoralmente, como han hecho.
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Sí, creo que con lo de cuatro me he quedado corto. De ser más, podríamos repartirlas. Sobran candidatos por consenso.
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La injusticia se ha repetido un año más. Nunca compro Lotería, pero de vez en cuando me regalan algún décimo (2 en esta ocasión) y siempre aguardo el veredicto de la fortuna como una mera restitución, como un acto de estricta justicia.
Lamentablemente, me pasa como al José Sacristán de una película cuyo título me causa dudas. (Creo que era «Asignatura pendiente», donde enseñaba las tetas la jamona Fiorella Faltoyano, pero no estoy seguro.) El protagonista sospechaba que los niños de San ildefonso eran elegidos por tener una memoria prodigiosa y sabían a quién correspondía cada número, de manera que si sacaban la bola con el número que jugaba Sacristán, automáticamente leían otro número para chafar sus pretensiones.
Otros dicen que es imposible, que la Lotería de Navidad no se puede trucar ni manipular. Hum. Deberían saber que una ingenuitis aguda puede llevarte derechito al camposanto.
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Pues lo que sugieres da para un relato. Lo voy a pensar…
Un abrazo y a pasarlo bien.
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