Me refiero, remedando a Baudelaire, a estos politicastros embusteros, previsibles y aburridos -por cierto: Baudelaire era también experto en aburrimientos-, con relación a sus declaraciones tras la victoria de Syriza en Grecia. En todos los casos, desde la izquierda a la derechona, lo ocurrido no les afecta en absoluto o anuncia su éxito futuro; no es extrapolable a lo que pueda ocurrir aquí y, para otros, es claro indicio del luminoso porvenir que les aguarda.
Si se trata de Podemos, ha comenzado un tic-tac en Grecia que ya se oye por acá y, desde el otro extremo ideológico, nos animan a imaginar lo que podría haber ocurrido si, incluso con la mitad de sus dirigentes en la cárcel, Amanecer Dorado ha entrado en el Parlamento. En cuanto a PP y PSOE, cualquiera de nosotros podría convertirse en portavoz de unos u otros y pronunciar un discurso exactamente igual al suyo: que el PASOK no se parece ni en pintura porque pactaron con los conservadores y así les ha ido o, en ambos casos, que no deben hacerse lecturas interesadas.Y el PP añadirá lo de nuestra reactivación económica, que marca una diferencia sustancial. Si les conviene subrayar fracasos, mencionarán lo de aquellos polvos y estos lodos o, de interesar poner el énfasis sobre el crecimiento, pues bastará con invertir el refrán y, de lodos pasados, los polvos de hoy.
¡Qué castigo, saber de sus divagaciones antes de oírlos! Sucede en cualquier cosa sobre la que opinan, al extremo de que terminarán por hacer imposible la voluptuosidad siquiera cuando hacen mutis por el foro. Y qué decir de las erecciones, porque producen, todos ellos, el efecto de aquel bromuro con que, según susurraban en la mili, nos condimentaban los guisos. ¿Han oído decir a alguno que deberán analizar lo sucedido con serenidad, o que la verdad no cae siempre del lado que a uno le gustaría? ¿Que tal vez Cicerón estuviera en lo cierto cuando afirmó que es mejor ignorar los males futuros, aludir a las barbas del vecino cortadas, o aquello de pintar bastos? ¡Qué va! Ni en sueños, vamos. Interpretaciones a conveniencia. De manual. ¡Qué hastío! Incluso me ha dado por pensar que, en lugar de políticos, debieran llamarse politópicos. Sin excepción que valga.
Postmodernidad. Sociedad del espectáculo e hiperrealismo…
Grecia y Roma quedan ya, por desgracia, con todo lo bueno y lo malo, lejos.
Masa vs poder, ahí vamos, y así nos va.
Un saludo.
Antoni Far.
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Sociedad de triste espectáculo, o indignante, o reprobable… según nos dé.
Saludos
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Dicen que Syriza viene del eurocomunismo, aquella curiosa corriente que en España aceptó la Monarquía, impulsó la Constitución y firmó los Pactos de la Moncloa, como lógica continuación de su «política de reconciliación nacional». Sabían de lo que hablaban, porque las habían pasado putas, y llegaron a la conclusión (sana) de que una negociación no es necesariamente una claudicación.
De ser eso cierto, uno esperaría de Syriza un sentido más que común, y no tendría reparos en concederle el beneficio no solo de la duda, sino acaso de la esperanza. (Cosa que no le otorgo en absoluto a Podemos, cuyo tufo oportunista y de salón se me hace francamente cuesta arriba.)
La cosa se complica porque Syriza gobernará exactamente con los mismos votos que, apenas 3 años antes, los mismos electores le concedieron a la onda Rajoy. Pasa como en España, que las mayorías absolutas oscilan entre FG y Aznar, luego entre ZP y Rajoy, como si tal cosa, quizá porque en el fondo todo es como si tal cosa. Un poco de nada por aquí, otro poco de prensa domesticada por allá, y ya asoma el conejo por la chistera.
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Unos se identifican con Syriza (y lo seguirán haciendo si el futuro de los griegos se abre a la esperanza) y otros apuntan con sorna a unas promesas que ya se verá. En cuanto a Podemos, los que con mayor entusiasmo han acogido el resultado, no son a mi juicio, y como bien sugieres, equiparables con su discurso de manual y esa seguridad impostada que a algunos empieza a cansar. El domingo, en el periódico que me tolera como columnista, escribo sobre el tema.
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Estas palabras tuyas que resultan tan claras y descriptivas parecen, sin embargo olvidarse en la masa. La misma de la que Ortega y Gasset hablaba si a la que, particularmente, le tengo miedo. A la masa y a la casta.
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Ciertas palabras, a fuerza de polisémicas, acaban siendo incomprensibles. El «pueblo», la «masa», la «clase»… Ya es difícil saber de qué estamos hablando exactamente, cuando encima le meten un adjetivo que lo desarbola todo. El «pueblo vasco», las «masas populares», la «clase médica».
Creo que en «medios de comunicación de masas» hay un tinte peyorativo que no comparece en «movilización de las masas», pero en el fondo hablamos siempre de lo mismo, de la posibilidad de CONDUCIR al prójimo, convenientemente uniformado y pastueño. En palabras finas, hablamos de DEMAGOGIA.
Cuando la cosa parece «aceptable», se dice que se pretende/logra una «mayoría social»; si la cosa no gusta, se le llama «populismo». Ganarse el voto del rebaño con la mayoría «absoluta» puede ser estupendo (para «asaltar» el poder) o por el contrario puede ser horrendo (¡han usado el «rodillo» parlamentario!)
Solo se me ocurre una vacuna. O no votar en absoluto y que salga el sol por Antequera, o en todo caso admitir que se trata de un voto (un humilde voto) para que dure 4 años, apenas 4 años, si llega, y ¿qué son 4 años? Nada. La nada que inmortalizó Pepe Hierro. Todo parecía mucho y era nada.
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Y los eufemismos por huir de la verdad sin más, y los comodines… o esas otras palabras que han perdido su sentido original por el abuso y la impostura: «libertad», «justicia», «democracia»… Lo cierto es que el lenguaje sirve para todo: aclarar o confundir, trasmitir u ocultar… Y en ese marasmo no hay más remedio que bracear.
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