Eso de que cualquier tiempo pasado fue mejor, como afirman siempre los ancianos, se hace de rabiosa actualidad frente a los discursos que se avecinan, un día sí y otro también, a propósito de las Elecciones. Hasta finales de año va a ser un hablar sin tregua ni comparación con la murga a que nos tienen acostumbrados, pero con variables capacidades para la oratoria y de eso va el post. Porque no es sólo lo que digan, sino también el cómo, lo que puede -excepcionalmente- seducir, adormecer o llevarnos de cabeza al candy crush, como le sucedió a Celia Villalobos.
No me refiero a ideologías, contenidos, hipocresías o medias verdades (la sinceridad se da por imposible). Es el saber nombrar sin rodeos ni balbuceo lo que podría mantenernos la atención y la boca cerrada. Sin bostezos. Claridad, precisión, ironía, las pausas cuando convengan… Un lenguaje que, siquiera en apariencia, tradujese un pensamiento ordenado. Y porque no todas las palabras ni construcciones verbales están al alcance de cualquiera, quien nos pretenda trasmitir algo debería tener muy presente aquello de Freud: que por medio de la palabra puede el hombre hacer feliz a un semejante o llevarlo a la desesperación.
Si no temiera ser malinterpretado, les confesaría que puedo escuchar con interés -formal, ya que no siempre conceptual- a Esperanza Aguirre o Rafael Correa, el de Ecuador, mientras que con Rajoy o Cospedal, Cayo Lara, Inda o Marhuenda, es que no consigo dar con la postura en el sofá. Mera cuestión de estilo, supongo. Del modo de decir que es, en definitiva, lo que define el lenguaje. Y, a este respecto, cabe traer a colación lo que cuenta Plutarco sobre Demóstenes quien, falto de habilidad oratoria, pasaba meses ejercitándose en un refugio subterráneo y metiéndose piedras en la boca para vencer los tropiezos del habla. A partir de ahí, no sugeriré que algunos podrían mejorar haciendo lo mismo, aunque sería cosa de plantearse algún que otro remedio para dar con recursos más trabajados para escabullirse, precisar la idea o evitar lo ya archisabido. ¿Quizá golpearse la cabeza con los guijarros, en lugar de chuparlos? Pues tal vez sí. Total, por probar… E igual con los golpes, si contundentes, salíamos ganando.
Gustavo da en el clavo cuando suplica «un lenguaje que… traduzca un pensamiento ordenado». Porque no es cuestión de «oratoria» -pura locuacidad- ni de regusto léxico, al modo de los sofistas. Es cuestión de PENSAMIENTO, coño, de eso que puede aceptarse o rebatirse, pero deja en el alma un poso de inquietud. ¿Quién encarna ese ideal? Creo que Gabilondo, el neo-fichaje de los sociatas, es quien más se aproxima: solo falta ver si realmente encandila a sus teóricos seguidores.
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Me aterra el momento en que de puro hartazgo dialéctico uno se incline hacia uno u otro bando, pues si bien unos cojen su tablet y desconectan, aunque sea de su jefe, será que de tanta reiteración la lección ya está sabida, otros entran en trance y dejan que sus mentes se vean carcomidas por ideas circulares como pescadilla mordiendose la cola, pues ¿no es eso más sencillo que pensar por uno mismo lo que le conviene?, tanto verborrea adormece los intelectos si los hubiere, pues desgraciadamente, en el caso de los jovenes a los cuales les tocará votar estas próximas elecciones están bastante pez, no ya sobre quién es quién sino incluso sobre cuales son sus opciones a seguir, pues Fulanito es cambiado por Menganito, del cual si han oído algo no les suena a veces en que lado de la barrera están, todos los discursos, de base, suenan a trifulca de patio de colegio, lo sé, trabajo en uno y de verdad lo único que los diferencia en todos los casos es un mayor conocimiento gramatical, y un mayor léxico, pero los razonamientos son infantiles.
Ni siquiera los que en un principio le parecieron a una diferentes, centrados, realistas, se escapan de estas especie de rencillas infantiles. Solo nos falta parecernos a esos paises en los cuales los políticos se lían a bofetadas a falta de vocablos y razonamientos .
¡Viva el Homo ¿?! El que pueda invente una definición.
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¿Homo…? Pues más allá de erectus, la cosa pinta complicada. ¿Y si lo preguntásemos a los líderes políticos? Aunque sería inutil; saldrían con el «y yo más»…
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Muy buena, pero demostrado que necesitan quien les escriba esos incoherentes discursos( debe radicar ahí la cuestion de tanta memez sobre el papel, ¡tienen chimpances como escritores negros!) que demostrado queda reciben nada más empezar sus discursos o asambleas, pues esta claro que ni los repasan, imaginemos el posible resultado de la cabeza pensante del momento. ¡Pfiuuuuu! .
Me asusta el resultado.
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