Un perro puede ser entrañable compañía, disfrutar con él lo indecible -mucho más que con algunos humanos- y convertirse en amigo del alma. Me han acompañado desde la infancia y con ello quiero subrayar que entiendo a los dueños, algunos de los cuales tuvieron a gala convivir con un can y que éste pasara a la posteridad al rebufo de su fama; así, el galgo afgano de Picasso, el chow-chow de Freud… Argos fue el perro que dejó Ulises en Ítaca y, por no seguir, Cipión y Berganza eran los perros dialogantes en la novela de Cervantes.
Sin embargo, nos estamos pasando un pelín (lo del pelín, por remedar a Rafa Nadal). Máxime considerando que de tales amores pueden derivarse molestias para unos terceros que, con toda legitimidad, pueden ser ajenos a dichas querencias. Leí el otro día, y la noticia ocupaba toda la página del diario, de un perrito al que habían atado y se había ahogado a causa de la cuerda mal colocada en su cuello. Una pena, claro que sí, pero las decenas de ahogados ese mismo día en el mar, en este caso sirios de dos patas, creo recordar, sólo merecieron una esquina del periódico, al igual que el degollado por el Estado Islámico. Por lo demás y muertos aparte, pasarte la noche en vela por mor de los ladridos del perrito de al lado , merecería de alguna compensación si acaso el bozal se considera una medida inaceptable.
En mis paseos por las calles de un por lo demás delicioso pueblo, Esporles, abstraído y pensando en las musarañas hasta que las circunstancias inspiraron estas líneas, me volvió a la realidad -y no es la primera vez- una mierda en mis zapatillas y, cuando en el rato siguiente me dio por observar la conducta de quienes (una plétora) sacan a sus amados chuchos de paseo, pues una de dos: o recogen los excrementos -una obligación por cierto que, de serles impuesta en otras circunstancias, considerarían inaceptable humillación-, o bien miran en derredor y, de no haber testigos cerca, pueden dejarlos en su lugar para que los paseantes no fueran a creer que todo el monte -o acera- es orégano. Y de ir a alguna playa, convendrá estar ojo avizor, no sea que en vez de pisar la caca nos sentemos sobre ella.
¿Qué quiero significar con todo ello? Pues que aunque nadie sepa lo que es bueno, sí lo que sería mejor. Lo dijo Canetti y, en esa línea, lo mejor sería que cada quién apechugase con sus filias y sus derivaciones: con mierdecillas, ladridos o lametones, pero sin imponerlas al vecino que, indefectiblemente y si el can anda suelto, habrá de oir: «¡Tranquilo! No muerde…». ¿Y si se equivoca? Porque en ese caso, no habría guante ni bolsita que lo remediasen.
En una ocasión, estando en una playa, secándome al sol, boca abajo sobre una toalla en la arena, pasó bajo mis narices una garrapata. Sana y robusta. En la arena. ¿Cómo había llegado allí, o con qué fin? Nunca lo podré averiguar, pero lo cierto es que había varios perros por allí que ya habían llamado mi atención, y no por mi voluntad precisamente.
Lo comparo, en lo que a las incomodidades que me pueden ocasionar, a lo que ocurre con algunos niños.
No sé si este hecho viene parejo con la edad, pero cada vez exijo más educación y respeto en este aspecto. NO MOLESTAR.
Por eso lo de los aviones sin niños no me parece mal.
Lo de las playas para perros ya es otro debate, del cual no tengo clara del todo mi opinión.
Y ojo, que me gustan los animales. Y tengo un hijo.
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Hace años cuando mi marido y yo tuvimos nuestro primer perro, teníamos mucho cuidado de sacarlo a pasear cuando menos transeuntes hubiera en la calle, y de recoger sus » regalitos»,
pero he aquí que un día, a una pareja de niñatos les entraron ganitas de cachondeo por este motivo( hay que decir que en los ’80 no mucha gente se paseaba con la bolsita para recoger los excrementos de sus mascotas), y yo no pude contenerme aclarandoles que la próxima se la dejaría para que ellos pudieran pisarla a placer pues así a lo mejor les tocaba la lotería, ellos hicieron mutis por el foro y yo seguí con mis quehaceres caninos.
Debo decir que aún no he encontrado ningún excremento canino en las playas a las que he ido, si en cambio colillas enterradas en la arena, que por algún extraño motivo cree la gente que es abono en lugar de un tóxico muy potente para la fauna marina, pero creo que si me cabrearía si eso ocurriera, pues sigo teniendo animales y creo que el dueño de un perro debe responsabilizarse de sus actos o no tenerlo.
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Me ha gustado la posibilidad del gordo de la lotería. La próxima vez, buscaré una para pisar (sin que sirva de precedente).
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Un ejemplo más de las irresponsabilidades del ser humano civilizado a la hora de asumir las consecuencias de su modo de vida. ¿Quieres perro? ¿quieres hijo? Pues asume el lote entero hasta el final.
Cosa aparte es la selección «natural» de las noticias en los diarios: ahí el problema lo tiene el editor y sus 200 becarios recién salidos de la universidad.
saludos.
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