Quiero otro. Éste no gusta -sentenció el nietecillo, 2 años, frente al móvil en que mi mujer le mostraba previas filmaciones de sus juegos-. ¿Pues cual?, preguntó ella. Sin responder, y ante mi estupefación, el niño pasó el índice por la pantalla 2, 3 veces… Pulsaba y, de no apetecerle lo que veía, a otra cosa: adelante, atrás.. Hacía gala de una habilidad que yo no adquirí hasta el año pasado cuando otro de ellos, cuatro años en este caso, terminó por enseñarme a hacer fotos y enviarlas al ordenador. «Tú mira bien cómo lo hago. Es fácil, ya verás» -me tranquilizó.
He concluído que, para reconocerte, nada de especialista en todo de casi nada, identidad cultural o elecciones catalanas que valgan. El punto de inflexión, con un algo de zozobra, ocurre el día en que un enano que no levanta dos palmos ni ha aprendido todavía a leer, toma las riendas, se convierte en preceptor y te relega al papel de sorprendido mirón,
contraviniendo los viejos esquemas según los cuales primero se esforzaban por tenerse en pie, luego superaban el balbuceo y el dominio tecnológico, en todo caso, la guinda. Porque podremos estar de acuerdo en que el ser humano sea un eterno principiante, pero que te sobrepasen aún con el chupete de por medio, es de difícil digestión por más que uno haya accedido a las redes pasada ya con mucho la edad de merecer.
Frente a semejantes evidencias, empiezo a entender que en España (y supongo que el asunto es universal) los deprimidos se cuenten por millones. Más de cuatro, leí. Visto lo visto, ya no podría estar de acuerdo con García Márquez al afirmar éste, en su novela «Memoria de mis putas tristes», que el primer síntoma de vejez es empezar a parecerte a tu padre. La transición comienza cuando el nietecito te descubre cómo se maneja el artilugio mientras te contempla -lo juraría- con un algo de sorna. A partir de ahí, humildad y a pechar con todo lo que pueda venir después. Que vendrá.
A un buen amigo le jodió su hijo el video (menuda antigualla) por el procedimiento de introducir las tostadas del desayuno. El chaval no se había fijado aún lo suficiente, pues las tostadas ya iban con sus pringues. Siempre hará falta un abuelito que se haga cargo del desastre.
Me gustaMe gusta
Tras breve reflexión que confirma mis peores sospechas , auguro un mundo major, en el que los adultos tendran como única memoria el Dr. Google y frente al concepto cultura responderan ¿Qué es eso y sobre todo, para que sirve?
JR
Me gustaMe gusta
Muy cierto, y peor aun si eres de la rara especie que por no tener no tiene ni un movil, por mamotreto que sea, ahí si que te miran boquiabiertos y preguntan, ¿ como haces para hablar con la gente? fijarse bien que ya no emplean llamar, a lo que me encanta responderles con cara de asombro,¡ pues con la boca !, lo cual produce miradas risueñas de , ¡bueno no me has entendido bien !, en fin que si que van muchos metros por delante de nosotros en tecnología, pero a cambio les falta agilidad lingüística entre otras, que ahí si creo podemos ayudarles a conseguir.
Me gustaMe gusta
Dudo que puedas hablar con nadie porque, en restaurantes y cafeterías, es raro que alguien abra la boca. Ni siquiera se miran los enamorados. Cada quién, atento a su pantallita y, si en ocasiones sonríen, es como si lo hiciesen al más allá…
Me gustaMe gusta