O quizá todo lo que sigue pueda atribuirse al despiste, pero cuando a muchos ciudadanos se les va el santo al cielo y éste, el santo, cae al poco y sin ser requerido sobre el que pasaba por allí, algo convendría hacer para librar al prójimo de tanta pejiguera. Aunque si -como dijo no recuerdo quién- nada de lo que merece la pena saberse puede ser enseñado, ¡aviados estamos!
Viene lo anterior a propósito de mis diarios paseos, en los que el ensimismamiento se ve perturbado cada dos por tres a causa de minucias varias pero que, sumadas, terminan por convertir la caminata en una antología del descuido ajeno.
Acabo de pisar algo que me hace resbalar -piel de plátano o mierda de perro según el día- cuando en el paso de cebra han estado a punto de atropellarme mientras pensaba si acaso se habrán terminado en las tiendas los guantes que emplean para recoger los excrementos. Como sucede en Venezuela con el papel higiénico aunque, en este caso, las consecuencias queden entre las nalgas del fabricante y no en la suela del transeunte, quiero suponer.
La señora que riega las macetas en su balcón proporciona un conato de ducha y si olvidó cuidarlas esta mañana, ya se encargará de las salpicaduras esa otra que limpia la acera frente a su casa provista de una manguera.
El conductor que va a doblar la esquina no puso el intermitente y, algo más allá, un grupo de habladores ocupa toda la acera al tiempo que gesticulan. Se me ha olvidado lo que iba pensando tras decirme que no es que seamos libres, sino que degustamos un conato de liberación haciendo el pasota respecto a los demás, de quienes se espera, ¡faltaría más!, comprensión y benevolencia con relación a unos modales de calidad dudosa. Sin embargo, a Juan Ramón Jiménez le asistía toda la razón cuando aconsejó no separar la vida en dos: limpia y sucia. Máxime si la sucia puede quedar, junto a los sobresaltos y las mojaduras, en el haber de quien pasaba por allí.
PD: estaré unos días, ocho o diez, sin decir ni pío. Al regreso del paseo, otra vez a las andadas. Sin volver a hablar de defecaciones. Palabra.
Que el paseo sea placentero y si se tercia, que en tu caso creo que es siempre, fructífero.
Un saludo
Rosario
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Espero ambas cosas. Aunque no creas: no ocurre siempre…
Un abrazo
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