Nada es lo que parece a primera vista. Incluso en el amor y, si lo dudan, les cuento. He estado de viaje durante ocho días y nunca tan palmaria la evidencia de que basta con una actitud receptiva para traerte a casa, al regreso, experiencias que dejan huella. Y no son, necesariamente, nuevos paisajes.
Formaba parte de un grupo en el que, entre otros, se contaba una chica canaria; andaría por los cuarenta, muy atractiva y de una simpatía arrolladora. Iba acompañada de un hombre tranquilo, silencioso y que parecía colmado con sólo mirarla. Mivi -le decía ella; de «Mi vida», supimos al poco-, este hombre no me quita ojo del trasero y eso no está bien, Don Rigoberto. ¿No le da verguenza con su mujer al lado? El interpelado, un argentino (nada que ver con el Rigoberto de la novela de Vargas Llosa) que le llevaría más de veinte años, se limitaba unas veces a cabecear, otras sonreía y, por toda respuesta verbal, el «¡Mirá que sos boluda!».
A las pocas horas de conocernos, aquella mujer se había convertido en eje de la diversión colectiva y, entre otras historias, nos dijo que ella y su Mivi viajaban en secreto y a escondidas de sus respectivas parejas para vivir una encendida pasión sin más testigos que nosotros. Don Rigoberto unos ojos como platos y yo, seducido por el relato y sus joviales maneras, la interrogué en un aparte. ¿Es cierto lo que nos has contado? ¡Qué va! -me respondió-. Una ocurrencia para el morbo. A Mivi no le gusta que siga con el embrollo, pero me hace tanta gracia ver la cara que pone Don Rigoberto…
El caso fue que el argentino y su esposa se sentaban siempre al lado de ella en el autobús, y continuó, con variantes, el «No me quita los ojos de encima, Don Rigo. Algo andará usted buscando…». Los demás, seducidos por su jovial caracter y las bromas, seguíamos el entuerto y la deriva que hacía, de la canaria y el Don, la pareja del viaje y el mejor entretenimiento durante los largos trayectos. El último día, supimos por la esposa de éste que habían dormido en habitaciones distintas.
«Es por los ronquidos de Rigoberto», aclaró ella, aunque me quedó la duda de si acaso el trasero de la vecina tuviese algo que ver. Fue entonces cuando la imaginativa chica les contó a todos la verdad: llevaba casada con su Mivi más de veinte años, y las respectivas infidelidades sólo un invento para amenizar las horas. Tras separarnos, seguramente para siempre, he seguido cavilando: ¿quizá pensara Don Rigoberto que, por ser la canaria voluble en el amor, él pudiese tener una oportunidad, o fueron realmente los ronquidos la causa del distanciamiento nocturno con su mujer? Nunca lo sabré, pero doy por sentado que no olvidaré a la del Mivi. Y tampoco al boludo de Don Rigoberto.
Divertida anecdota, aunque a la Doña de Don Rigoberto se le picara algo la mar en ese viaje……,
quiza´el Don deberá saber mirar más hacia su propio cucu pues el invierno esta cerquita, vos ya me entendes, no?
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Claro que sí. Vos sabés de lo que hablás…
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En los zoológicos, los animalillos están divididos por hechuras, continentes de origen, alimentación predilecta, agresividad, etc. Sin embargo, los humanos se mezclan en un pandemónium incomprensible, no siendo el menor esa clase de viajes colectivos en los que la diversidad alcanza extremos risibles.
Mivi, miamol, tronkito, florilili… Eso se van diciendo algunos homínidos, en arrumacos extemporáneos a viva voz, quizá buscando atención o beneplácito ajenos. Lamento decir que de mí no obtendrán ni la una ni el otro. En estas materias (y quizá en otras también, para qué negarlo) me reconozco áspero de cojones.
Quizá debería ser más receptivo, por mejor calibrar el culo de la boluda o los ronquidos de Rigo (don Rigoberto, quiero decir). Quizá, pero temo que no será este año. Ni el otro.
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Pues lejos de mí el advice, pero despojado de corsés y a verlas venir, se puede pasar en grande. No ocurre todos los días,claro está, ni está el patio para bromas según cuando, pero si coincide tu distensión con un grupo como el que relato, es difícil no participar del relajo. Me habría gustado verte metido en el ajo.
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Buenas a todos. Mi nombre es Verónica Ascanio Suárez
( la susodicha del mivi). Me complace ver como D.Gustavo ha contado con detalle tal fantasía solo digna de mí y mi falta de cordura.
No fué ni una mentira; es como quiero vivir mi historia, siempre en ebullición un soy tuya pero a ratitos cuando a mí me convenga. Ni siquiera me importa como la viva el mivi, lo importante para mí es quien y cuanto es él en la mía.
D. Gustavo» hombre serio y con fundamento» donde los haya «como dirìa mi madre» no pudo ser engañado por respeto, q sino bien sabe Dios q también habría comulgado con tan suculenta aventura, pero el no era merecedor de ningún tipo de engaño q con la misma un día mi cuerpo caerá en sus manos y no para ser curada de amor (q de eso voy yo sobrada siempre) sino de tanta mentira tòxica q envenene mis células, Dios no lo quiera.
De D.Rigoberto hombre tremendamente perspicaz diré que fué seducido por el fraude hasta el final. No diría q no me convenga ( señor curtido en experiencias- pasividad en la brega- tranquilidad en el amor- humor socarrón) pero yo me quedo con mi mivi q me sigue el juego me deja ser yo en todo momento y me acurruca por las noches como a su mayor tesoro.
Así q a D.Rigoberto solo me queda decirle q… BUENOS AIRES.
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Mivi (con permiso del auténtico, ése que te acurruca): eres y serás siempre en mi memoria -mientras no vaya a tus islas o vosotros a las mías- una persona insustituible. Añadiste al viaje un plus de alegría que no se puede pagar sino con el agradecimiento, así que gracias por ser así. Tenemos otro tema pendiente, pero de eso ya hablaremos con más calma. Entretanto, vive, disfruta y, sobre todo, no cambies. Estoy seguro que D. Rigoberto diría lo mismo. Lo ví partir, tras recoger sus maletas en Madrid, y te seguía mirando; no sé qué, pero se adivinaba en sus ojos el anticipo de una nostalgia.
Un abrazo muy fuerte.
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