La derecha o la charada, que es casi su lectura al revés y, de ese modo, una adivinanza que atañe a sus decisiones y el rigor con que se toman. En esa tónica, cambiar derecha por charada, como antaño sucedió con la Alianza Popular, trocada en Afananza Pandillar por el sin par Forges, sería lo adecuado.
En esa línea, nos acercamos al palíndromo, ya saben: igual significado aunque se comience la lectura por el final. O sea hacia atrás, que es hacia donde nos llevan. Es aquello de «Olaf usa su falo». Puede empezarse por el falo para terminar en lo mismo, pero que nadie pretenda identificar a Olaf ni lo otro con Rajoy, ya que este sólo coloca el suyo sobre la mesa cuando se trata de Mas el soberanista, porque lo que es con Merckel u otras instancias, a buen recaudo.
Esta derecha o charada que nos ha tocado en suerte no ha evolucionado desde el Caudillo, y siguen en las mismas tanto en el cogollo como por lo que hace a los flecos. No vuelven a aquellas sus esencias que sugería Pla y con las que seguramente respiraríamos más sueltos: la tranquilidad, los dividendos y la beneficencia.
¡Pues no señor! A peor para ponérnoslo cada día más difícil: a convertir las víctimas en culpables y ellos tan anchos, mordaza a los disidentes o algo peor pero Rato exculpado, la Justicia a su servicio y, lo nunca visto hasta aquí, unos Presupuestos generales aprobados a sólo dos meses de su partida y, el que venga detrás, que arree.
Entretanto, inauguraciones al más puro estilo de la Dictadura y la moral, claro, mal (esta última frase, nuevo palíndromo). A ver si llega de una vez el 20 de diciembre y, por ser Navidad, nos llega el regalo de un borrón y cuenta nueva.
A la derechona (Umbral dixit) parece que quiere combatirla un tal Sánchez. Un aguerrido defensor de las causas populares que recién ha incorporado a sus listas a un par de señoras con el siguiente curriculum.
Una, militar, fue sometida a acoso sexual por un superior. El trauma, insuperable, ha dado lugar a un retiro definitivo con la máxima pensión. No es por descojonarme del acoso, pero me resisto a considerar que la paisana sea una lideresa de los antaño llamadas «izquierdas».
Otra, tránsfuga de UPyD, donde hizo carrera renegando del «bipartidismo», se pone a sí misma como prueba de la regeneración del PSOE: «Si me fichan, es que se han percatado de sus errores», declara la interfecta.
Con aquella derechona y estas izquierdas, solo cabe recurrir al eterno chascarrillo: «¡Joder, qué tropa!»
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