Dictadura porque, en ausencia de consenso que refrende una mayoría, cualquier opción se transforma en imposición. Así ha ocurrido en esa CCAA cuyo Parlamento, tras las elecciones, ha superpuesto y confundido el respeto a una coalición de diputados con su legitimidad para la declaración soberanista sin sostén democrático. El presidente en funciones, A. Mas, revela entretanto mayor preocupación por su futuro que por el de la colectividad, y su empeño traduce el interés por velar la deficiente gestión anterior y los turbios manejos de su Partido (sedes embargadas, imputaciones varias…) por medio de una huída hacia adelante que, a la postre, cargará de razón a Rubert de Ventós cuando en su ensayo, «El cortesano y sus fantasmas», afirmaba que en el otro mundo se pagan los pecados y en éste las tonterías.
Dictadura porque, sin argumentos contrastados más allá del desfase económico,
pretende hacer creer a la ciudadanía que una opción minoritaria señala el camino hacia el paraíso terrenal; que la Historia, si no es la que ellos publicitan, no debe existir (Radovan Karadzic) y que, de todo lo otro, desde las corruptelas del 3% a sus apoyos en el pasado a esa ultraderecha de la que hoy denostan y como decía Sartre, mejor no hablar.
Y dictadura, en fin, por intentar ciscarse en el orden constitucional que auspiciaron tiempo atrás y la impermeabilidad a alternativas políticas de otro cariz; el ninguneo para con la mayoría discrepante o maniobras sin cuento para aupar a un líder (?) coyuntural y falto de predicamento, con los pies de barro y que no muestra otra característica en su haber que la del encastillamiento en la patética defensa de su propia figura. Dictadura porque la locura de los menos pretende diseñar el porvenir de los más y, cuando finalmente se revele el sinsentido, pasarán a explicar, con igual altivez que la mostrada hasta aquí, el por qué salió mal. Sin duda, culpa de terceros. Como siempre ocurre con las dictaduras.
Mi juicio está muy, pero que muy sesgado, en contra de cualquier forma de lo que llaman «nacionalismo», y no digamos si le dicen «separatismo». Pues bien, a mi juicio, sesgado y todo, lo que ocurre en Cataluña está más allá de todo juicio, entendido como raciocinio.
Había un partido-coalición, CiU, esencialmente hegemónico, que se ha ido a tomar por cofa. Ya es solo CDC, la U se coló por el desagüe, y la parte CDC no hace sino bajar su rendimiento electoral. Baja, rebaja y bajaplus, como le sucede a todo partido que sustenta gobiernos ineficaces y corruptos.
Había otro partido con vocación de bisagra (o quizás de viagra), llamado ERC, que solía quedarse en tocapelotas más que en opción de gobierno. Para una vez que lo consiguió, en el esperpento llamado «tripartito», la cosa fue eso, un esperpento, tan esperpéntico que ERC volvió a donde solía, en favor del inefable Artur.
El suprascrito, Arturín de Perlimplín, logra la siguiente pirueta: 1) Perder peso electoral y destrozar a su partido, 2) Pactar con la ERC que había gobernado incluso más desastrosamente que él. Al «pacto», que no se sabe muy bien en qué consiste ni cómo se va a cuantificar, se suman entes incorpóreos, inconsútiles, evanescentes, delicuescentes, como una «Asamblea Nacional» y un «Ómnium Cultural», no ya abstractos, sino carentes de todo respaldo en forma de votos nítidos.
Va de número 1 un Romeva que pasaba por allí, y el inventor del invento, Arturín, va de número 4, y en el medio van otros cuantos, en el orden o desorden que Dios les dio a entender. Y aún falta lo bueno: gane quien gane, por ejemplo Arturín, ¿cómo se sabe si ha ganado? ¿Por número de votos, por escaños, por ya veremos cómo, según se mire o quizá, si se tercia, ya, ya elegiremos una cosa o la contraria? Y si Arturín no gana, ¿valdrán el «republicano» Junqueras o el «izquierdo-ecologista» Romeva para gobernar con los burguesotes del Majestic de toda la vida?
Ni ellos lo saben. Y al no saberlo se echan en brazos de las CUP, tiene cojones, un partido tan o más minoritario que el PP, éste un «apestado» por españolazo, pero aquél una «esperanza» por cosillas como abolir el euro o instaurar la dictadura del proletariado.
Repito: TIENE COJONES EL CARRO DE LEÑA. Y va Arturín y se ofrece como presidente-florero, con fecha de caducidad de 10 meses, como los yogures, prometiendo OTRAS elecciones anticipadas, con fondos PÚBLICOS para abonar su delirio. ¿Y eso es todo? ¡Qué va! Falta la cobardía de los empresarios que al trabajador le aplican hostias y convenios, mientras se pliegan lloricosos al abyecto chalaneo. Falta la cobardía de esos consellers, gente de orden-derechas, de tomar café levantando el meñique, que no dicen ni pío para seguir calentando sus abyectos culos. Falta la cobardía rastrera y cursilona (ay, mare, quina vergonya, no farem cap desconexiò), el penoso derrumbe moral del que pedirá asilo ¡en Senegal!; falta el silencio cómplice, el asentimiento lacayuno, la sumisión vergonzante de toda esa población difusamente racista, feliz en la engañifa de su pretendida superioridad cultural y democrática. Qué asco. Que se inicie ya el proceso de segregación. Que se vayan a la puta calle los que así lo deseen. Que se trace una frontera y se identifique nítida y PERSONALMENTE al que desee ser repatriado o deportado. Sin monsergas. Ya basta. Prou.
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Cosas de «La patria», un concepto que se va quedando en antigualla y utilizado a conveniencia, apelando a los sentimientos cuando hay que tapar algunas vergüenzas. Ahora bien: ni tú ni yo hemos mencionado el hecho, creo que incontrovertible, de que el PP de Rajoy ha contribuído a ponerselo fácil.
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No sé si el PP de Rajoy, o Rajoy el del PP, ni por otra parte me importa mucho, en el sentido de que el PP forma tanta parte del paisaje como los chanchullos del inefable Pujol y sus interminables vástagos, acólitos y chupacandados. Un paisaje repulsivo, por cierto, en el que ni siquiera lo que sangra es lo más sangrante. Lo peor es esa atmósfera mefítica en la cual, si dices algo que no le gusta a alguien, resulta que «eres del enemigo».
En tiempos hubo gente del PCE. Gente de diverso pelaje -del peligroso estalinista al progre melindroso-, que suscitaba simpatías porque estaba Franco, pero que en cuanto llegaron las elecciones pasó a ocupar su balda: la de los huevos de dinosaurio, sepultados en polvo de olvido.
Hoy, dicen que unos 750 000 españoles están afiliados al PP (al PSOE, apenas 250 000). Por razones análogas, me resultan incomprensibles los junos y los jotros, pero en el fondo me importa un rábano, porque sus partidos y sus filias y sus fobias y demás faramalla está condenada a la misma erosión que sufrió el PCE. Deus lao.
Respecto de la llamada España, es sabido entre mis amigos que la considero enferma. Enferma terminal de indignidad, tierra donde hace falta ser un héroe para ser simplemente decente. Tierra de cobardes, los de CDC y los del PP tragándose el sable candente de sus infames presidentes, los de Bankia tragándose los latrocinios de su infame presidente, los del PSOE tragándose la demagogia choriza de su infame federación andaluza.
Los ciudadanos todos tragándose al GIL -aquella ballena bípeda que mangoneó Marbella entre vítores del populacho-. Todos, todos ellos, tragándose la morralla oneroso-sediciosa de las autonomias, el sistema educativo al que la palabra sistema le cuadra más bien poco, la muy mediocre implantación de lenguas extranjeras, la defenestración de la Filosofía bajo el docto criterio de que la Ética ni se sabe lo que es ni sirve para nada. ¿El PP? ¡Qué coño, el PP! Apenas un epifenómeno de la alcantarilla subyacente.
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Solo puedo felicitaros por el post y por los comentarios.
Enhorabuena.
Pienso, siento y opino en concordancia.
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