Expertos en planes, circunstancias y comportamientos que obedecen a múltiples causas: inexplicadas o en ocasiones inexplicables pero que esos especialistas, de no conocerlas, pueden imaginarlas y punto. Politólogos para analizar comportamientos y digresiones de unos indivíduos que pueden decir y hacer lo que mejor convenga a sus inconfesados intereses o a sus fanáticos prejuicios. Ahí tienen desde Trump a Maduro pasando por Rajoy o el que en su día se vió Presidente como politólogo que es y en consecuencia – émulo de Casandra-, capaz de leer el futuro.
El caso es que las conclusiones de esos supuestos sabelotodo resultan con más endeble fundamento que las encuestas de opinión y éstas, a lo que hemos visto, con menor acierto que la predicción del tiempo a meses vista.
¿Una ciencia social la politología? ¿Con base científica? ¡Venga ya! No puede suponerse objetividad en quien intenta predecir y explicar lo que suele ser consecuencia de hipocresías, adanismos y contubernios varios. En semejante contexto y más que dibujar la realidad, lo que hacen es crearla a su antojo. Virtual, por supuesto, y tan cambiante como efímeras son las apuestas y declaraciones de sus analizados. En pocas palabras: meros tuttólogos con título universitario para copar los medios y largar por los codos con base en eliminar las diferencias entre lo que sucede, sus porqués y lo que ellos nos cuentan que sucede.
Comentaristas sin freno ni límite a sus devaneos deductivos, un día tras otro y con cara de quien está de vuelta. Como alguien dijo de los filósofos -con intención muy aviesa, por cierto-, sabiendo nada de todo, pero capaces de aparentar el mismo rigor en unas conclusiones que al día siguiente podrán ser justamente las contrarias. Especialistas en intelectualizar el espectáculo, la propia inepcia o la de aquellos que han incluído en su agenda de disección. Me recuerdan todos, con unos años más, al pequeño Nicolás y su seguridad enraizada en la ficción. Pero rentable merced a la pasividad y credulidad de los espectadores.
El ruido de la nada Gustavo, sí.
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El que dice saber de todo, suele ser poco de fiar… Y creo que es lo que pasa con los politólogos.
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Una cohorte enorme querido Gustavo.
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Opinar de todo, incluso sin saber, no es tarea exclusiva de algunos politólogos (que serán los que Usted conoce de oídas o habrá visto en televisión), pues en este artículo queda bien demostrado.
Los politólogos no son adivinos, como tampoco los médicos metidos a escritores. Sí saben más que otros, y tienen más herramientas de análisis, por supuesto. En eso consiste su formación, que no profesión, pues no existe.
Yo, particularmente, aborrezco a quien se las da de escritor porque le pagan las columnas o escribe un par de libros. En ese saco están Lucía Etxeberria o César Vidal. Pero no se me ocurriría decir, ni mucho menos escribir «Oír de escritores y echarme a temblar». Y conste que no soy politólogo, sino que estudié y ejerzo el periodismo, donde muchos amateurs infiltrados dan una mala imagen que pagamos nosotros. Por eso le recomiendo que antes de generalizar o de incurrir en esta ‘falacia ecológica’ (si no sabe lo que es, búsquelo en Google o pregunte a algún politólogo o sociólogo, que también existen), cuente hasta 10 y piense si no estará siendo más simplista que los simplistas a quienes critica. Sería de lo más irónico.
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