Es sabido que algunas palabras y en determinados contextos, pueden referirse a una cosa, a una determinada situación, al tiempo que sugieren la contraria y, en esa tónica, la presunción de inocencia con que muchos políticos echan pelotas fuera y se llenan la boca cuando se destapa por enésima vez la olla podrida, es un tópico más de entre los muchos que nos tienen hartos. Así que convendría acabar de una vez con polisemias y ambivalencias, porque aproximarse a los hechos con transparencia y rigor es lo menos que podemos exigir, dejándose ya de enmascarar la vida y sus avatares apelando a un lenguaje que fabrique la realidad que conviene a algunos.
A nadie se investiga de no existir fundadas sospechas y, en este sentido, sería más adecuado indicar que el llamado a declarar en el juzgado lo es por presunción de culpabilidad.
Que deberá probarse, ¡faltaría más!, pero se parte de los indicios; de un barrunto que no es casual porque sin fundados recelos no se hurga en la historia de nadie. ¿Acaso se hace un TAC cerebral de no albergarse fundadas sospechas de alteración patológica? ¿Se ingresa en un hospital por presunción de salud o se registra un domicilio, un barrio, bajo el supuesto de una trayectoria intachable?
En resumen: que basta de hipocresías. La presunción es de culpabilidad y el antónimo, puro cinismo y disfraz que nos retrotrae a las palabras primeras de Pascual Duarte en la novela de Cela: «Yo, Señor, no soy malo, aunque…». Pero es el «aunque» el que ha llevado al implicado frente al juez. Que no se trate de un sinvergüenza habrá que demostrarlo porque las dudas apuntan en otra dirección y, hasta que los recelos se disipen, presunto malo y culpable. La inversa, son simples ganas de pasar página cuanto antes. Y por algo será.
¡Olé! Bien cogido ese toro por los cuernos. ( a la portuguesa, no vaya a a sentirse mal nadie)
Me gustaMe gusta
Mucha razón tienes porque en estos tiempos, hablar de tauromaquia es incitar al debate…
Me gustaMe gusta
La presunción de inocencia es un tecnicismo que alude al MÉTODO probatorio: no es el acusado quien debe probar su inocencia, sino el fiscal quien debe demostrar su culpabilidad. Pero es obvio que el fiscal actúa CONTRA alguien, del que se PRESUME que ha conculcado la Ley, de modo que ese «alguien» no es aún culpable -en términos jurídicos-, pero tampoco es estrictamente inocente. De hecho, cabe albergar muy serias dudas acerca de él, hasta el punto de que algún «presunto» ya está a recaudo, en prisión preventiva.
En consecuencia, insistir en que el reo es «inocente, mientras no lo diga un juez» y en su «presunción de inocencia» (of course), es una retórica estomagante e hipócrita, que llega al paroxismo de la idiotez cuando se habla de la «presunta víctima», que ya no puede impugnar ese adjetivo porque la han apuñalado veintisiete veces y, claro, se ha desangrado. Presuntamente.
Al inefable Correa no sabemos qué tipo delictivo le será «probado», pero sí SABEMOS -porque lo ha dicho él, autoinculpándose, no en una mazmorra oscura, sino a plena luz del día- que SOBORNABA a gentes «poderosas» para extraer suculencias del erario y que se REPARTÍA la pasta con varios chorizontes de moral igualmente relajada. Y de todos ellos NOS CONSTA -pues incluso han presumido de ello, a voces- que poseen cuentas millonarias en Suiza y otros paraísos manga, desaforadamente infladas por la contumacia de los Niños de San Indefonso, que siempre cantan el mismo número. Presuntamente.
Me gustaMe gusta
Nada que añadir, aunque se nos pueda considerar presuntos saboteadores de los tácitos pactos que nos han conducido hasta aquí. En nuestro caso, ¿presuntos culpables? Presumo que la presunción es sólo cuestión de gustos. Y de intereses.
Me gustaMe gusta