Existe entre los mandamases una creciente tendencia a disimular lo que no se hace con base en poner el énfasis en banalidades que pretenden convertir en relevantes, lo cual propicia dos lecturas a cuál peor: la evidencia de su ineptitud y, en paralelo, el desprecio que supone para con nuestros criterios el intentar disfrazar la pantomima para aparentar eficacia en la gestión. No se ha logrado reducir las listas de espera sanitarias a límites aceptables, acortar los tiempos judiciales (máxime si son prebostes los imputados) o actuar decididamente para frenar desde el deterioro medioambiental a la evasión de impuestos. Ahora bien: respecto a unos símbolos que en su mayoría hace ya mucho tiempo que perdieron su caracter provocador, discursos incendiarios y sacando pecho como si el esfuerzo empleado en denostar de los mismos y justificar su eliminación fuera a conseguir, a no tardar, ese mundo mejor que anunciaban sus programas.
Basten como ejemplos la interminable polémica respecto al monumento de Sa Feixina en Palma de Mallorca, la controversia en Madrid tras retirarse el monolito dedicado al Alférez Provisional, tabla rasa en 2015 con las referencias religiosas en el cementerio de Valencia y el debate consiguiente, o la obsesión por relegar a los sótanos algunos retratos que se exhibían en muchos salones de edificios oficiales. Y no se trata únicamente de este país porque bastará recordar la diligencia exhibida por Mauricio Macri, el argentino, para deshacerse de las imágenes de Kirschner o Chávez.
Siguen primando los estereotipos por sobre decisiones operativas, apriorismos de conveniencia, frases hechas y gestos. Sin embargo y por lo que hace a los símbolos, concentrados sólo en algunos de ellos, porque los símbolos de corrupción e inepcia pueden seguir entre nosotros sin perrito que les ladre y durante años. Reparen si lo dudan en los ex-ministros Rato o Matas y, si les apetece huír del tráfico, nada como el aeropuerto de Castellón, adecuado para el relax a falta de aviones desde su misma inauguración. ¿Será posible conseguir que algún día dejen de representarnos los fantasmas, y vuelvan de una vez a esa ficción de la que nunca debieron salir?
Un interrogante con el que acabas tu artículo, al que no tengo respuesta. Solamente puedo expresar un ¡ojalá!. Quiero aprovechar para desearte unas felices fiestas con mi inmenso cariño. Besos Gustavo.
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Igualmente, Pilar. Un fuerte abrazo que hemos de darnos un año tras otro hasta quedar exhaustos.
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De acuerdo contigo, practicamos con una compañera la abrazo-terapia desde hace unos años, y lógicamente los damos a otros cuando nos rodean. Hasta quedar exhaustos. Enorme abrazo.
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