BIOGRAFÍAS CON BAR

Creo haberlos glosado en alguna ocasión pero, en cualquier caso, no me importa volver a ellos tras haber leído que el Café Lírico en mi ciudad, Palma de Mallorca, tiene los meses contados. bares-9Todos los bares que he frecuentado forman ya parte de mí y algunos, lejanos en el tiempo, tienen mucho de bar Le Condé, el parisino que con tanto arte describe Modiano en su novela El café de la juventud perdida. Lugares polivalentes que igual sirven para lamerse las heridas en soledad que para celebrar, debatir, confesarse o bromear. Espacios para el júbilo y la introspección cuya permanencia afianza la propia en cualquier estación. Ahí tienen el entrañable bar Bosch y su terraza en la que tiritar estos días y donde se convive entre abrigos y manoplas, sin acabar de creer que a pocos grados y más allá de encogerse muchas cosas, el frío agarrote también el pensamiento como aseguraba Descartes.bares-7

bares-8Hay que frecuentar los que han marcado el devenir de cada cual. Siquiera para, sumadas las consumiciones de todos, evitar que pasen a ser memoria para la nostalgia. Son el emplazamiento ideal para pasarse por la entrepierna ese nunquam duo que es la regla de los seminaristas y es que, donde hay un bar, habitan las palabras que incluso dan a veces para el relato escrito. Por todo eso, no me resigno a perderlos pese a los días transcurridos desde que desapareció el Formentor o, entre otros y en Barcelona, el Kek Duna: el «Danubio azul» que inauguró Czibor, el futbolista húngaro, para ser escenario de aquel mi noviazgo que terminó en boda.

Y está el Abrigall en Figueras, la cafetería París con mi madre sentada treinta años atrás o La Lepro -«La leprosería», lo llamábamos por entonces y ya no recuerdo su verdadero nombre- donde tomarse un respiro cuando residentes en el hospital de San Pablo.bares-12 Lo cierto es que muchas biografías no serían las mismas sin ellos y su impronta, de modo que declarar a algunos patrimonio intocable me parecería una acertada medida para evitar dar razón a Machado cuando escribió que sólo se canta lo que se pierde. Entre otras cosas, porque a mí el canto nunca se me dio bien.

 

Acerca de Gustavo Catalán

Licenciado y Doctor en medicina. Especialista en oncología (cáncer de mama). Columnista de opinión durante 21 años, los domingos, en "Diario de Mallorca". Colaborador en la revista de Los Ángeles "Palabra abierta" y otros medios digitales. Escritor. Blog: "Contar es vivir (te)" en: gustavocatalan.wordpress.com
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6 respuestas a BIOGRAFÍAS CON BAR

  1. Rosario Ferrà dijo:

    Lo leí y me entristeció, pues junto con este ya sumamos tantos en Palma que desaparecerán de nuestra historia que te preguntas ¿ donde acabará mi memoria?, ¿ recuerdas el Moka, donde se podían saborear algunos de los mejores bocatas de la ciudad, en plena calle San Miguel?
    El Skai es tambien uno de esos que llamaban la atencion si bien siempre estaba lleno de marines y sus » parejas», el Antonio, rancio como el mismo y por ello imagino que murió, de ranciedad pura y dura, todos bares que te traen a la memoria momentos de tu infancia en los cuales ir a uno de esos sitios era el Summum pues era ir de Domingo.

    En fín que para que ponerse trágico está claro que no lo puedo solucionar, pero el Lírico debería salvarlo algún artista con pelas y permitir que sea centro de reunión de las artes, y con eso me refiero café, bocatas y tertulias, no pijerías de las cuales en la zona ya hay tropecientas.

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  2. El problema es que por el lugar que ocupa el Lírico, se cobran de alquiler ¡¡¡unos 200 euros/m2!!!

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    • drlopezvega dijo:

      Cuando yo salí de provincias para trabajar en Madrid (1986), volvía y les contaba que la gente iba a enormes centros comerciales, como el de La Vaguada, donde compraban y comían e iban al cine y jugaban a los bolos y volvían a comprar y cenaban y se tomaban cañas y cubatas.
      – ¿En el centro? – me preguntaban.
      – ¡Qué va! Al «centro» no van tanto como los foráneos.
      – Pero, ¿cómo van a meterse tantas horas en el mismo sitio? ¡Qué aburrimiento!
      – No parece, los cines están llenos.
      – Quita, quita… Eso de los centros comerciales no tiene ningún futuro. En Madrid, puede, pero aquí no nos encierran tan fácil.

      El profeta de provincias metió la pata, obviamente. Ignoraba -el mendrugo- que La Vaguada era una mala copia de los centros comerciales yanquis, que su estilo de vida se estaba contagiando y que el contagio no tenía vacuna. En el «centro» de mi ciudad de provincias ya no hay ni centro ni cines. Los cines desaparecieron sencillamente porque no iba nadie. Cerraron por inasistencia de ese «nostálgico» que «nunca conduce, si puede evitarlo» y resulta que son mentira ambas cosas.

      Luego está lo que señala Gustavo. Los locales del centro (del centro físico y del centro del hipocampo) eran de renta antigua, en realidad eran un chollo para el inquilino y una jodienda para el rentista. Los clientes no lo sabíamos, claro, pero llegó el día de la venganza y la gélida venganza es un sartenazo de marca mayor. El vermú debería ser de manguera, no de grifo, y el café con leche debería ser Blue Mountain jamaicano recién molido con leche de burra impúber de Mongolia, al escalofriante precio de 750 euros la taza (pequeña) para sufragar una renta no antigua, sino posmoderna.

      Nos vemos en el centro comercial. En algo así como un Kentucky Hornet, un Foster´s Forever o un Fucked Grand´ma, todo de pichiglás y naturalmente exento de recuerdos de aquella vida que parecía, pero quizá no fue.

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  3. La cosa está así, pero un outlet tiene poco gancho… Habrá que esperar una tercera vía si acaso la hay. Podríamos preguntar a los populistas que, por allegarse simpatías, igual la inventan…

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    • drlopezvega dijo:

      Cierta calse de ellos se hospeda en los departamentos universitarios de «ciencias políticas», donde asisten a una asamblea perpetua. No hay orden del día (qué más da), no se llega a nada concreto (naturalmente), no hay ninguna obligación respecto al huso horario, la aritmética elemental o el sentido común.

      Como la revolución tiene sus perendengues (téoricos y operativos), hay que sostenerse a base de birras, consumidas alegremente en el local «La Cafe de la Facul». Nos ven entrar a nosotros y automáticamente nos encasillan como reventadores al servicio del gran capital.

      Nos delata el mohín de disgusto por la presunta tortilla de patatas. Y nos sentencia el mascullar que «en mis tiempos…, etc». Y no nos envían a galeras porque en el aula ·.A hay un debate sobre la improcedencia de los trabajos forzados, pero del ostracismo social no te salva ni Pete Sampras.

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  4. Hay que integrarse!! El problema es no saber si con Trump, Iglesias o Errejón… Quizá con el que mejor se le dé la tortilla de patatas…

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