Dos opiniones divergentes que terminan en acuerdo respecto al precio; eso es el regateo de la compraventa y un ejemplo conceptual que, de asumirse en su práctica por los políticos que nos han tocado en suerte, facilitarían que otro gallo nos cantase. Con la ventaja añadida, al igual que ocurre en el regateo comercial, de que cada cual se iría a casa con la satisfacción de suponer que ha sido él quien finalmente se ha llevado el gato al agua, convirtiendo en más verosimil que nunca aquello de que, a la larga, la verdad es lo de menos.
Viene el asunto a colación de los comentarios sobre la cuestión que hizo nuestro guía, turco de Anatolia, durante un reciente viaje a Chipre. Tened cuidado -nos advirtió- o perderéis más de lo acostumbrado. Además, venden en forma distinta según tengan delante a chinos, españoles, alemanes… En nuestro caso es distinto (se refería a los de su propio país) porque sabemos de qué va, tenemos igual formación que ellos y suponen que podemos volver a encontrarnos cualquier día… De inmediato me vinieron a la cabeza los líderes del soberanismo catalán (algunos independentistas estaban presentes en el grupo, dando la vara en cuanto sentados a manteles) y sus rifirafes con el Estado. Cuando pidan 100 -continuó- rebajad a menos de la mitad para llegar finalmente al 40%; más o menos. Y cuidad los gestos, tan importantes como las palabras aunque en mi caso -siguió- sirvieron de poco cuando hace unos años estuve en el Corte Inglés de Barcelona. Pese a mi entrenamiento, no resultó. Quería una chaqueta. ¿Y si compro otra para mi hermano -dije a la vendedora-, cuánto? Me miró como si hubiera oído a un marciano y no me bajó un solo euro, así que sólo volveré allí si coincido con la «Semana fantástica» (en época de rebajas, entendí).
Probablemente los independentistas no eligieron la semana (un distinto Gobierno en España) ni la gestualidad oportunas frente a la Constitución, lo que no quita para que las unanimidades y el encastillamiento, cuando se trata de negociar, digan muy poco del talante democrático. Sólo cabe confiar que en el futuro se apliquen los consejos del guía chipriota y entiendan todos que el regateo es un arte que precisa de cintura. Aunque no haya garantía alguna de que, tras el eventual acuerdo, sobrevenga la frustración. El único remedio -la prisa es siempre mala consejera- es volverse a ver cuanto antes las caras con la alfombra de por medio. O la Autonomía.
Me encantan los similes…..
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