Lo extraordinario de los milagros es que suceden, afirmaba Chesterton. En eso pensaba -sin fe religiosa y, en cuanto a creencias, las menos posibles- mientras, en espera del sueño, buscaba el mejor acomodo para mi cabeza sobre la almohada. Fue en una de aquellas cuando la oreja me condujo a la misma certeza que la expresada por el autor inglés. ¡Se doblaba! ¡Cualquiera que fuese la posición, el pabellón auricular se adaptaba, sin que la presión sobre el mismo produjese molestia alguna! De ser rígida la oreja, otro gallo me habría cantado incluso antes de amanecido, ¡pero no señor! Flexible y, cuando de pie, derecha: enhiesta para mejor escuchar.
¿Evolución? Claro que sí, y también un algo de revolución siquiera por contradecir alguna que otra ley; la de la gravedad por ejemplo y es el caso de las cejas, cuyos pelos no penden, no caen hacia abajo sino que crecen horizontalmente por no molestar a los ojos y, todavía preso de un insomnio reflexivo, ¿qué hay del culo?, me di por pensar: musculado y a un tiempo cojín para llevar a cualquier parte sin tener que cargar con él.
Ya metido en tema, ¿qué me dicen de las uñas para hurgar en cualquier ranura? Y así seguí, de las pestañas a la oposición del pulgar para poder pillar lo que se tercie y, el resto de dedos, con longitud y movilidad adecuadas para tocar una guitarra que, en otro caso, no se habría inventado. Lo cierto es que, con Darwin entre ceja y ceja (maravillas éstas, ya digo, donde las haya), se me hicieron las tantas y, a diferencia de otras veces, no me dio por levantarme sino por revisarme mentalmente de pies a cabeza sin terminar de creer la perfección -y disculpen la inmodestia, porque también va por ustedes- de la máquina que nos alberga.
Fruto del azar o la necesidad, aseguraba Demócrito unos siglos atrás y, ya puesto, me puse a imaginar lo que podría ocurrir a nuestra especie en años venideros si fingiésemos, por aquello de ver qué sucede, necesidades nuevas. Y casi me vi… Bueno: exploren esa línea cualquier noche, tras apagar la radio, dejar el libro o lo que hayan preferido para pasar el rato, y ya me contarán.