Hoy me propongo no andarme por las ramas al hablar de la memoria y sus traspiés; nada de que si la vida es memoria, que toda ella es mentira…, de modo que directamente al intríngulis de la cuestión y es que (¿alguien más se identifica?), conforme pasan los años, se diría que lo hacen raspando por sobre las neuronas que la albergan y, de seguir así, puede uno terminar por no acordarse siquiera de cómo se llama, antes de que le diagnostiquen un deterioro mental con nombre propio (otro que el propio).
La memoria era para Cervantes el enemigo mortal de su descanso, aunque a algunos nos ocurra lo contrario y sea la desmemoria lo que dificulta el sueño mientras nos empeñamos en recordar la mnemotecnia con la que se pretendía evitar el tener que repasar toda la agenda para localizar el apellido de cualquier amigo. El asunto puede llegar al extremo de planear acudir al capitán Nemo para acordarnos de la propia palabra: Nemo… ¿cómo era? ¡Ah, sí!: nemotecnia. Y ni les cuento si con semejantes mimbres se pretende recordar el nombre de algunos tropos y, entonces, palique para palíndromo o, para anáfora, ánfora hasta que, dando vueltas en la cama, uno se pregunte por el sinónimo de vasija. ¿O era jarrón?
Quizá llevase razón quien afirmó que si uno tuviera que acordarse de todo reventaría, pero no me pregunten de quién fue la tranquilizadora conclusión. Sin embargo, sí puedo mencionar al que sentenció que ser es ser memoria y, de ser así, Emilio Lledó, algunos empezaremos a preguntarnos dónde quedó nuestra identidad mientras vamos camino de recordar sólo la emoción de las cosas (Machado, no fueran a pensar que he entrado ya en una fase irreversible) y olvidarnos de todo lo demás. Incluso del propio olvido.
Excelente y hermosa reflexión, cargada de veracidad y con un toque de nostalgia por la memoria a pesar de lo cual, leyéndolo, me ha parecido dulce de entender agradeciéndote, Gustabo, el toque edulcorado en este inicio de semana corta. Feliz día
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Igualmente. Buena semana y cuida la memoria.
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Atónito te dejan 2 paradojas de esa mala pécora que es la memoria. Una, cuán evanescentes son algunos datos con aroma de cruciales y, en cambio, cómo se aferran auténticas mamonadas: puedo recitar los 4 músculos de la eminencia tenar (suplicio que les ahorro, pero sepan que configuran el acrónimo SOFA).
Otra, lo fácil que resulta inocular ‘recuerdos’ falsos. Lo dice el psicólogo Richard Wiseman en su libro ‘Rarología’ y lo doy por bueno, pues no veas la de antifranquistas que emergieron de una clandestinidad que solo existía en sus cabezas (o eso afirman). Acabo de constatar un fenómeno análogo, con 4 alumnos que han venido a reclamar las notas que les adjudiqué por su enfoque de sendos casos clínicos: CREÍAN, inmunes a la duda, que lo habían ESCRITO cuasi-perfecto, que merecían 2 puntos SÍ O SÍ (sic), en vez del 0,2 que les casqué. Visto lo que realmente escribieron, se han limitado a asentir, mudos, pero curiosamente ninguno ha renunciado al 0,2 de marras. Será cosa de mala memoria…
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Mejor mala memoria que te recuerden, y el 0.2, cualquier noche en una esquina…
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La memoria, espero que me siga respetando como hasta ahora, que ha sido bastante buena y selectiva, archivando lo que me resulta imprescindible. Es muy curiosa la forma tan dispar que detectas en otras personas, supongo que también selectivas en sus propios intereses. Me gusta el título para referirme al día de ayer. Besossssss
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Como aquello que se recuerda mejor es lo que se asocia a las emociones, conviene no dejar de emocionarse…
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«Sólo recuerdo la emoción de las cosas y se me olvida todo lo demás». Incluso el nombre de quien lo escribió. ¡Zéfir: échame un cable!
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Bello y cierto.GUS.
Gracias.
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Bello y cierto.GUS.
Gracias.
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