Tras el fallecimiento en los últimos años de escritores con los que se sintoniza por motivos varios, y después de haber recordado con nostalgia a Juan Gelman y la pérdida de algunos de sus seres queridos durante la dictadura argentina, a García Márquez en 2014 o Günter Grass en 2015, me había propuesto silenciar los duelos que lleva aparejada esa catarata de ausencias definitivas que con posterioridad nos ha seguido empapando. Fueron Umberto Eco o Kertész en 2016, Berger y Ricardo Piglia, entre otros, en 2017 y, el pasado año, desde Sergio Pitol a Philip Roth o el longevo y provocador poeta Nicanor Parra.
El 28 del pasado Diciembre fue el israelí Amos Oz a causa de un cáncer y, volviendo a prometerme que lo evitaré en el futuro, no he podido resistirme en su caso a compartir con ustedes el recuerdo de un novelista que ha sido seguramente el mejor en su país, luchador por la paz, ejemplo de entrega y todo un referente ético en esos difíciles años que vivió en sus 79 de existencia. Nacido Klausner, cambió su apellido por el de Oz (valor, en su idioma) tras permanecer en un kibutz durante 25 años. Más allá de su indudable talento literario, procuró siempre incorporar el sentido común, diálogo mediante, al enquistado conflicto judeopalestino, lo que le acarreó reiterados enfrentamientos con los conservadores de su propia nación a resultas de aquella visión integradora y alejada de fanatismos nacionalistas.
Las desapariciones de coetáneos a quienes admiramos promueve pesares con distintos matices y, en el caso de Oz, no sólo pierden los lectores sino, en mi opinión, la sociedad en su conjunto. Tenía que decirlo aunque, repito, en próximas muertes de personajes esclarecidos o que nos han enseñado nuevas formas de mirar e interpretar, intentaré el lamento en privado y sin post interpuesto. Siquiera para no remover, en ese rato de redacción, de nuevo la tristeza.
Suscribo, nuevamente, de principio a fin querido. Besossss
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Igualmente, querido amigo. Hay que ser muy fuerte para soportar, pasados ya los 80 años, la desaparición no sólo de tan ilustres coetáneos, sino la fuga diaria de amigos y conocidos personales a los que se ha tratado de cerca o querido y admirado durante años. Evoco y digo, para todos ellos, como nuestros ancestros romanos: Sic Tibi Terra Levis.
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Tienes, creo, toda la razón. Verte por aquí es una inyección de moral para seguir.
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