En los últimos tiempos, cada vez con mayor frecuencia, leo o escucho palabras cuyo significado desconozco y, si aisladas o en otro contexto podrían ser pertinentes, me topo con ellas en ámbitos ininteligibles cuando pretendo descifrarlos a su través. El resultado es quedarme a esperjes y, encima, con la sensación de haber perdido el tren de ese lenguaje que, en vez de tender puentes, perfila abismos infranqueables.
La mayoría sabemos de la dificultad que supone penetrar en algunos idiolectos. Es frecuente no entender alguna que otra explicación médica plagada de oscuros tecnicismos, al físico teorizando o al economista y sus siglas. Pero con el progreso a creciente velocidad, la incomprensión se extiende a otras áreas y no es únicamente por el abuso de anglicismos, porque se trata de castellano convertido en críptica jerigonça, que diría un portugués. Así que no sólo podremos ser percutidos por un blockchain business cualquiera y chúpate esa mandarina, sino que también seremos informados (?) de que hay quienes trabajan en códigos de trazabilidad, que existen sistemas de virtualización de bajo impacto (el reciente Mobile Congress, en Barcelona, fue la guinda del pastel), o se aplauden las tecnologías cognitivas, la abstracción de infraestructuras y escuché también una disertación sobre la «Unidad móvil», sin saber a ciencia cierta si se referían a coches y patinetes, al teléfono o quizá a su propio falo, único y móvil, como es de dominio público.
No es mi propósito exagerar, pero quizá Freud intuía lo que se avecinaba cuando afirmó que las palabras pueden hacer felices a los hombres o llevarles a la desesperación. Y si con las palabras se fabrican realidades, ni les cuento las que se nos vienen encima. Frente a tales retos quizá no quepa otra opción, a falta de respuestas, que un obligado silencio al tiempo que pensamos si tal vez nos será aplicable, a quienes convivimos con este problema, el proverbio chino y, cuando los sabios señalan la luna, los tontos miramos sus dedos. Mientras esperamos algún cursillo que nos saque por fin del atolladero.
En alemán existe el término ‘fachidiot’: el sujeto tan especializado en un campo que no sabe decir nada de otro. Nuestro ‘membrillo’, mucho más socorrido, vale para el que se tiene por experto y también para el tontaina vulgaris. (Úsanse también farfollas y carajote, con leves matices topográficos y léxicos.)
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Lo de Fachidiot me gusta… A alguno del tripartito de Colón podría serle aplicable.
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En fin, no sé que «lobby» me está bloqueando con tus entradas Gustavo. Un «pressing» y boicot para comentar. Pilar Bonilla
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¿Y eso, Pilar? Yo los recibo…
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Sí como anónima, y aunque recibí las dos últimas entradas, a la hora de comentar me cuesta un triunfo. A ver ahora que estuve reanudando la suscripción si lo he arreglado.
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Ohhhh sí!!!. Muaskkkkkk
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Arreglado?
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Sí, hasta puedo poner me gusta, que cómo anónima tampoco me dejaba. Hice limpieza de blogs muy antiguos que ni se actualizaban, y WordPress ya me ha vuelto a dar el okey.
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Hola , a mí me sucede igual , si estoy « al loro´´ me aprece mi respuesta como anónima.
será algo del «working progress» del ordenador, intentaré como Pilar, limpiar los antiguos Posts a ver si así aparezco de nuevo.
Y a colación de lo expuesto por tí en lo ref. al idioma, luego están los que, para demostrar su descontento, solo saben utilizar una corta frase « puta vida´´ y en cinco minutos en una conversación por movil, aparece una veinte veces. Que triste……. con veinte años ( fué exalumna de mi colegio) y tan parca en vocabulario, de todas maneras indicio también de lo parca, por no decir cortita, que es en ideas. Es como si la gente hiciera un copiar y pegar en el lenguaje, en lugar de estrujarse un pelín las neuronas e intentar salir de ese gran cubo que amalgama hasta la estupidez a base de ser removido por los mismos patrones que los bombardean haciéndoles creer que cuanto más unidos en su cortedad más guays. Ese miedo a salir de la caverna esta haciendo que la excelencia sea cada vez más difícil de encontrar, y no hablo de estudios, pues he oído hablar a pastores con mucha más coherencia que a algunos jóvenes, si no de la necesaria introspección que precisa el ser humano, para abrir la boca y no fastidiarla, la frase no va exactamente así , pero ya me entiendes……
¡ Si es que a buen entendedor…..!
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Rosario, ya leí en otra ocasión que tenias los mismos problemas. A lo largo del tiempo me había ido suscribiendo y detecté que el problema residía en muchos blogs que comprobé estaba suscrita y que no recibía desde hace mucho, así que limpieza.
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En cuanto a lo comentado por ti con respecto al lenguaje opino que las redes han sido un factor no determinante, pero sí que ha añadido la prolongada escasez de los programas educacionales. Conocíamos noticias que muchos universitarios podían ser suspendidos en redacción, es decir que de un problema existente, ahora se ha convertido en un auténtico fracaso. Menos mal que tenemos personas como Gustavo, cuya lectura nos ayuda a mantener nuestro patrimonio.
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A mí me parece que si uno pensara en lo que quiere decir en lugar de coger los atajos de la frase hecha para no ejercitar la mollera, mejor nos iría a todos. Y me ha gustado mucho leer tu comentario.
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