Era un día ventoso y con el cielo parcialmente cubierto por esas nubes algodonosas, de bordes nítidos y que refulgen si brilla el sol. Desde la ventana del cuarto donde escribo las veía, frente a mí y allá en lo alto, desplazarse lentamente hacia la izquierda. El viento agitaba las ramas de un enorme arbol en la misma dirección. Cautivado por el espectáculo me pareció que era yo, el edificio, quien se movía y desde la amura de babor me era dado apreciar la quietud del entorno por contraste conmigo.
Fue entonces cuando decidí desplazar la mesa noventa grados. Ahora tenía frente a mis ojos la estantería y la ventana a un lado. Me había colocado de cara a una invisible proa tras los libros, cortando el aire hacia un destino desconocido que no llegaría a alcanzar hasta que se detuvieran los cúmulos que seguía dejando atrás para dar paso a otros.
El cuarto era ahora el aposento de una embarcación que haría posible conocer el mundo sin necesidad de traspasar la puerta; sin riesgo de mareo ni pago de billete. Fue en ese rato, con el paisaje de blancos y azules en lenta progresión a mi lado, cuando se me hizo evidente la razón que asistía a Pessoa cuando afirmó que, para viajar, basta con existir. Máxime si desde la ventana puede apreciarse el paso de los cielos.
había un tiempo en el que las tarjetas postales eran la ventana abierta al mundo. ahora las nubes…un abrazo Xavier bosch
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Xavier, ¡qué alegría…! Una forta abraçada i un altra a na Lali.
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Me parece muy poético pero pienso. que es mejor que las nubes te sigan a ti…
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Mejor si es el sol, ¿no?
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Me parece muy poético pero pienso. que es mejor que las nubes te sigan a ti…
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Solo un viajero incansable como tu puede enrolarse en tan esencial viaje. Un Abrazo Gustavo.
Javier.
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Fascinada, ciertamente has poetizado de forma bellísima. Gracias, querido Gustavo. Bessssss
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Pingback: De viaje frente a mi mesa | Palabra Abierta
Ningún mérito. Basta con mirar, y no tener nada urgente que hacer…
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Hola, Gustavo:
Este artículo tuyo podría ser perfectamente el inicio de un capítulo cualquiera de tu libro. !Enhorabuena!.
Tal como yo tenía pensado te enviaré corregido nuevamente un capítulo del libro que queríamos hacer. Mi objetivo es que lo revalores para que veas si ya podemos empezar.
Un abrazo de tu amigo que no te olvida, Eugenio.
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Eugenio: lo leeré y te daré mi opinión, aunque tenga un valor incierto… Un abrazo
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Gracias, amigo, por todo lo que has hecho por mí. Tardaré quizá unos pocos meses en enviarte ese capítulo. En el verano tendré todo el tiempo del mundo. Un abrazo y hasta pronto. Eugenio
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«Fue en ese rato, con el paisaje de blancos y azules en lenta progresión a mi lado, cuando se me hizo evidente la razón que asistía a Pessoa cuando afirmó que, para viajar, basta con existir. Máxime si desde la ventana puede apreciarse el paso de los cielos…» Qué belleza. Gracias Gustavo. Por cierto que siempre tengo en mente esa reflexión de Pessoa en la que poca gente cree: para disfrutar del espectáculo del mundo no es necesario ir a ninguna parte.
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Isabel: un verdadero placer el leer tu comentario. Espero que menudeen para intercambiar, siquiera, sensaciones…Un abrazo
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