Años atrás, creía que por síndrome (S) se entendía un conjunto de síntomas causados por una enfermedad con base orgánica. Sin embargo, libros varios y los medios de difusión fueron sacándome progresivamente de mi error y propiciando nuevas reflexiones que incluían el afán clasificatorio. Así, comencé por establecer tres categorías, que he mantenido, según las etiquetas sindrómicas se refiriesen a la situación vivida o bien incorporasen nombres: de ciudades o los de un individuo.
Con tal criterio, separo los síndromes del quemado, del soltero o el posvacacional, de aquellos otros con capitales como marchamo — S. de Jerusalén (contagio bíblico) o el de Estocolmo (vínculo afectivo con los opresores)– y, finalmente, los que se resumen con un nombre o apellido. En el S. de Casandra la inquietud resulta de conocer la verdad sin que nadie te haga el menor caso, el S. de Segismundo es el miedo a olvidar y, por no seguir, los síndromes de Stendhal, Diógenes… Han sido precisamente esos que se resumen en un personaje, los estímulos que el otro día me llevaron a concluir la oportunidad que brindan las actuales circunstancias para ampliar dicho abanico, en la seguridad de que las adscripciones de hábitos o modos a algunos conocidos en los últimos años, caracterizarían nuevos síndromes que sin duda facilitarán nuestra comunicación sin necesidad de tener que explicar, una y otra vez, lo ya sabido.
Sonreír a diestro y siniestro, con independencia de la situación, sería a partir de ahora el S. de Casado –y nada que ver con el estado civil–. Verse mediatizado por un plan con visos de fracaso, el S. de Torra, el Síndrome de Sánchez es de todos conocido o, de privar la egolatría por sobre cualquier otra consideración, S. de Iglesias.
Conseguir poder pese a la propia estupidez y merced a la ajena, S. de Trump, y buscar el mejor acomodo sin reparar en medios, o vestir la realidad a la medida del propio interés… Bueno: dejo a ustedes la elección del síndrome con el nombre que mejor se adecue, en la convicción de que hallarán nuevos Diógenes o Segismundos para nombrar algunos usos del nuevo siglo. Bastará con que, para ampliar el espectro, escuchen o lean, en cualquier rato y sin cosa mejor que hacer, las noticias de actualidad.
Sindrome del equidistante: criticar a todos los politicos por igual para parecer más objetivo.
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Síndrome del tocayo: subrayar siempre la discrepancia. Nunca el acuerdo, siquiera parcial…
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Síndrome de los tocayos: disfrutar más con una discusión que con un bon sopar.
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Añado el que más me sorprendió, el síndrome del objeto brillante, y que asocié inmediatamente en el ámbito laboral. Cuándo nuevos directivos llegaban con ideas, en principio, innovadoras, y que muchas de ellas, al cabo del tiempo, se perdían en la vorágine burocrática y/o porque eran absurdas. Otras tantas no, por ejemplo tu idea del estudio sobre la genética de mis hermanas gemelas con un laboratorio de Valencia, y que tanto empeño tenías, me enteré hace pocos días que se ha conseguido (Aplausos!)…O sea que me sigo quedando como el que, personalmente, más me ha acompañando…Besssss
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Pilar: tienes que poner nombre a aquel con el que te quedas… Un beso
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Es curioso que, siendo moneda común la ignorancia y el todovale, la parla vulgar se haya ‘enriquecido’ con tecnicismos que no vienen a cuento. ¡Creerá el merluzo que diciendo ‘esquizofrenia’ o ‘escáner’ se le transforma en cerebro el boniato que lleva dentro! Hoy mismo, un yerno voluntarioso me ha EXIGIDO que envíe a su suegra a una consulta de ‘haloterapia’. Me explica, el menda, que consiste en baños de sal: sal natural y mineral -me dice- y por 3 veces me insiste en que es natural y mineral. Lo miro con ojos halógenos y abandona mi despacho bufando no sé qué coños de la conjura farmacéutica. Habemus tontainam.
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Médicos e industria coaligadas para el enriquecimiento a costa de los enfermos, es la cantilena habitual… Habrá que ponerse a lo de la haloterapia…
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A toda exageración el apelativo un tanto ectravagante lo bautizamos alegremente con “sindrone” y hay tantos que no soy capaz de recordar, sidrome de astinencia, vaya usted saber al alcohol, a sustancias nocivas, a alguna medicación, a una afición como la ludopatia, hay tantas dependencias como sibdromes, que suena muy igual pero queda menos desagradable que decir habito o dependencia.
Quienes hemos conocido por ( di ersas circunstancias) ya no asombra como se le diga pero los hay muy difiles de combatir, y tú ya haces referencia a ellos.
Casi todos vivimos con algún sindrome por inofensivo que este sea, ( también llamado manias ) y se me antoja que alguno hasta puede ser positivo.
Es imposible mejorar tus relatos y menos contradecir tus opiniones cosa que no me atreveria, pero ahi queda mi admiración y lo que nos enseñas con tus explicaciones…gracias
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La mayoría tenemos algún síndrome/manía,. como bien dices…
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Se pueden decir t tantos síndromes o manías, pero hay uno en particular muy significativo y chocante a la vez, éste es el “” “síndrome de la butaca caliente” “. Perteneciendo a Pedro Sanchez, como no!!, él cual haría cualquier cosa, antes de poner en alza su trasero del asiento. Un gran saludo.
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