En ese estar aquí insomne y fatigado, como apuntara Ángel González, alumbran con más fuerza destellos del ayer; reviven las nostalgias entre cuatro paredes o en unas calles ahora medio vacías y donde resuenan ecos de pasos y memoria. ¿Volver atrás? Imposible caminar de espaldas en un vano intento de recobrar momentos pasados pero, ensimismados/as y en meses de forzado recogimiento, quienes esto lean habrán sin duda sentido con mayor frecuencia, al igual que yo, ese homesick del que hablan los ingleses, la morriña, cuando aluden al asalto de unas emociones que la cotidianidad suele silenciar. Y aunque siquiera por salud mental convenga contradecir el proustiano aserto de que los únicos paraísos son los perdidos, lo cierto es que circunstancias como las que nos han caído en suerte propician el recreo de aquello que en otro tiempo florecía en nosotros o a nuestro lado.
Regresa, en mitad de la noche, nuestra madre portando aquella bolsa de agua caliente con que calentarnos los pies o, ya crecidos, tras meses ausentes del domicilio familiar y en la comida del reencuentro, los consabidos devaneos de papá a los postres. También vuelven los hijos cuando aún niños, el peluche, la jaula del canario y aquellos amigos de la propia infancia que no hemos vuelto a ver; las copas en un bar hoy desaparecido, partidas de futbolín cuando escapados del cole o el congreso profesional, nombres y apellidos de tantos perdidos para siempre y el puerto aquel desde donde en su día proyectamos iniciar una vida distinta.
Allí donde toques la memoria duele, y por experiencia sabemos que el griego Seferis llevaba razón . Por eso, pasado un rato, procuraremos volverla a las profundidades con base en nuevas atenciones autoimpuestas. No obstante, esta vez no he podido resistirme a la inmersión, dejándome llevar hacia unas añoranzas que seguramente, en buena medida, compartimos. Sea como fuere, perdónenme hoy una tristeza que, cuando reaparezca, intentaré domeñar sin teclado interpuesto.
… y el camino de Alfar…
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¡Tiempos…!
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La tristeza cuando aparece y doy fe de que ahora es más frecuente, simplemente hay que dejarla estar, sin remordimientos pues cuanto más ferreamente quieres combatirla más se aferra ella intentando convertirse en algo parecido a la depresión,pues para quitartela de encima empiezas a pensar y pensar y ahí esta el puntito ese que marcaría, en la cima de una montaña, una u otra vertiente.
En fín que al contrario que Van Gaal «siempre positivo, nunca negativo´´ y mira que me gusta poco el futbol.
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Siempre he reivindicado el derecho a la tristeza y, sin regodearse en ella, la considero inevitable en nuestras vidas, sea como en tu caso sobre añoranzas pasadas, o por otras razones que te sacuden. Mientras que no sea enfermiza o abandonarse en ella. Tus momentos han dado pie a una cierta melancolía que me has trasladado, no exenta de una gran ternura. Bessssss
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La bolsa de goma me retrotrae a la infancia remota en que solo teníamos 1 para mi hermana y un servidor, aunque sí gozábamos del privilegio de tener camas individuales.
Las tardes de invierno, que solían convertirse pronto en noches porque se iba la luz con frecuencia, eran un angustioso preámbulo de las sábanas gélidas, pero solo 1 disfrutaría la bolsa de goma para uno. ¿Qué hacía mi madre con el otro?
Pues le daba una botella ‘normal’, de cristal corriente, rellena de agua caliente. No era buena solución por 2 motivos. Uno, que la botella ardía al principio como un demonio, y no le podías arrimar los pies, pero encima se enfriaba enseguida, mucho más rápido que la bolsa de goma. Dos, que la botella había contenido gaseosa, con un cierre hermético basado en un mecanismo de palanca; a veces se soltaba y te dejaba la cama churrada.
La batalla por la bolsa de goma solía ganarla yo (1er asalto), pero las mismas veces la perdía (2º asalto). Yo era más fuerte que mi hermana, la pobre, pero mi madre era más fuerte que yo, el pobre. De modo que la bolsa y la botella se repartían a días iguales, por el gobierno de una zapatilla que arreaba unos zapatillazos de categoría. Por desgracia, el ardor que adquirían mis nalgas no se expandía a los pies. Qué tiempos. Proust y la única bolsa de goma.
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¡Menudo regalito la botella de gaseosa…! Tenías que haber ahorrado para una segunda botella de goma; tus pies lo habrían agradecido…
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Ciertamente estos tiempos invitan al recuerdo, a rememorar momentos menos preocupantes de los que tenemos, cuando el salir solo implicaba el cuidado a comportarse de forma que no hubiera regañinas, en el nùcleo familiar por el trato acordado del horario a regresar. y recordar las normas establecidas en cada caso. Muchos de nosotros nos invaden los recuerdo en que éramos libres, son momentos que es inevitable que nos invada la tristeza, sin saber que nos espera, no solo se a paralizado el país también las personas estamos paralizados dejando proyectos y celebraciones importantes, no vale la pena hablar de este tema tan complicado pues cada cual tiene y piensa a su manera. he estado acudiendo al hospita nos llamaron ya en la anterior etapa, y ahora otra vez ya sabes por falta de personal aunque no ha sido tan agobi -ante ,,, que decir hay mal estar entre el personal, pero eso es otra consecuencia de la situación,, esperar que no se complique más,, siento comentar algo tan desagradable pero es lo que tengo en mente …… Saludos y que pronto termine está pesadilla.
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Todos tenemos, Cati, experiencias parecidas. ¡Animo! Y a esperar la vacuna, supongo…
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Es de alagar tú optimismo, pero después de haber visto de cerca durante meses primero y despues, no estoy tan confiada en que todo esto mejoré de forma agil, y está claro que aún no sabiendo de que forma, es sospechoso que lo estan utilizando para tener amedrentado a los distintos estados… y politiqueo..
Salud para todos y cuidate.
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D.Gustavo ,nada hay que perdonar,la misma vida nos lleva a veces,y aún más con lo que nos a tocado vivir,regresar al pasado. A mi por desgracia,parece que vivo en el pasado,una amiga me dijo un día Cati vives de recuerdos,y asi es,desde que enviude ,mi mente me juega malas pasadas.Añoro profundamente el pasado,y quisiera retroceder,en todo,de niña, recordando los juegos, amigas ,como bien dice sin verlas etc.Luego vuelves a la realidad y la añoranza de lo que un día viviste y quizás no apreciabas tanto,te pasa factura derramando alguna que otra lágrima.Un abrazo,cuidese mucho.
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Todos tenemos alguna vivencia similar… pero hay que seguir y disfrutar cuanto sea posible, ¿no? Un abrazo y p, alante.
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