Esa brillante luz que supone, en palabras de Hannah Arendt, la presencia constante de los otros, puede destellar sólo algunos días e incluso dejar de alumbrar cuando esos otros se encarnan en según qué vecinos. Es lo que he podido comprobar en mis varias mudanzas de ciudad o edificio e, incluso asentado en las afueras, en pleno campo, me colocaron frente a dispares talantes para procurarme placeres, hastíos, enfados o gratitudes. Y a veces en ininterrumpida sucesión.
Nadie es una isla como bien saben, y ni les cuento de mediar sólo una valla con el patio de al lado o tener, como nexo de ese remedo de sociedad que es la comunidad de vecinos, la escalera y/o el ascensor. De vuelta a casa tras el trabajo, o en fines de semana, la convivencia trasciende con frecuencia el ámbito familiar y es en esos momentos, a veces ratos, cuando las interacciones se revelan en todas sus posibles variantes. Condicionadas también por la personalidad propia, claro que sí, para procurar con el de al lado solidaridad o mero parasitismo como me ocurrió con aquel que, en mis años rurales, se hizo más de una vez con energía eléctrica a mi costa tras el consabido «No sé que pasa en casa desde ayer. Si no le importa, ¿me deja conectar? Será sólo hasta que venga el técnico» -nunca llegaba el tal y, a la tercera, se acabó lo que se daba y nunca mejor dicho-. Después, mudado a la ciudad, para ruidos nocturnos los del bar de enfrente y, durante el día, las obritas, aunque para no cargar siempre las tintas sobre los demás, deberé admitir que las goteras provenían de nuestro baño, y al vecino de abajo, hace unas décadas, le asistía toda la razón al quejarse por los orines de mi perro que, confinado en el balcón, caían sobre su ropa tendida.
Ni ridiculizar ni detestar sino, como aconsejaba Spinoza, tratar de comprender. Es lo que vengo últimamente intentando, ya en la madurez, cuando en el ascensor no consigo cruzar palabra y, después de varios años, sólo un rictus, remedo de sonrisa, por parte del que vive en la puerta de enfrente (espero que no acceda a estas líneas para no liarla, en el bien entendido de que, seguramente, tampoco yo hago lo adecuado por hacérsela asomar).
Tras darle algunas vueltas, he terminado por aceptar el consejo de quien escribió -dejando aparte el que se procuraba la luz a mi costa- , supongo que referido tanto a los vecinos como a quien le ha dado hoy por sacarlos a colación: «Para convivir cada día con los demás, has de mantener la actitud que tendrías si sólo los vieras cada tres meses». Es lo que debería tener in mente el de la ausente sonrisa, y si no era capaz de hacerlo aquel del tercer piso, fue sin duda por causa de mi pastor alemán.
Me encanta. Pensé que éramos nosotros los únicos que tenían problemillas con los vecinos, pero los míos no cambian de domicilio. Cuando escribes sobre tu vida en el campo, yo vivo en una urbanización nada pija, y mi vecino de al lado tuvo el morro de pedirnos, para el pasado verano, agua para llenar su piscina desmontable, tamaño gigante, pues iría pidiendo a todos sus vecinos de alrededor hasta llenarla ya que a el solo le saldía super caro y todos los demás no lo notariamos, la respuesta fué obviamente que no, con lo cual estuvo 3 meses sin hablarnos, bueno la misma situación en la que estabamos justo antes de perdirnos el favorcillo. Son una joyita junto con los de enfrente, tiene montada una chatarrería en su adosado y tenían su camioncito con todos los cachivaches delante de nuestra casa en plan almacenamiento ( todos los vecinos tiraban allí sus trastos), hasta que un día fué a su solar a vaciar los chismes y aproveché para limpiar la calle pero dado que no era mí porquería lo puse en mitad de la calle ( con furia hispano/catalana), la policía que me vio no dijo ni mu, y la familia del chatarrero que también se pusieron a ¡¡¡¡¡¡ LIMPIAR!!!!!!!!, si yo soy la vecina borde que quiere vivir tranquilita, pero a la cual no le gusta que le toquen las narices. Seguro que has tenido gente como yo cerca y tenemos nuestras cosillas,nos gusta que nos dejen tranquilosy eso conlleva que seamos quizá muy celosos de nuestra paz, pero como dice una dicho muy usual en centroeuropa, -Las aguas tranquilas/oscuras son profundas- o sea, no las remuevas que puede ser que naufragues…
También espero que ninguno de mis vecinos lea tus posts….
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Compruebo que hemos tenido experiencias parecidas…
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Muy bueno, peró ésta vez creo que le estoy ganando ,ni los orines del oerro,ni el de la dichosa luz,se pueden comparar con lo vivido en mi casa, con una vecina de al lado pegadita a mi casa,y otra dos casas más abajo.Sería demasiado largo,porque hay para un bet.seller.Solo le diré que tengo mi patio parecido a una carcel,rejilla etc,resulta que la tal vecina ,es esquizofrenica,nos hizo de todo, pegar a mi madre,a mi, juicios,nose cuantos,bueno resumiendo ,una esquizofrenica,y la otra loca de remate, peró las dos con mucha maldad,entraban y salían del hospital psiquiátrico.Ahora la calle por fin parece otra,una la medican ,por fin,y la otra está en una residencia, Peró no deseo a nadie tener ésta vecindad.
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Esto del vecindario es, a lo que parece y comentáis, para no terminar…
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