La limitación de plazas, oficinas o servicios para determinadas actividades, pretende adecuar la oferta a la demanda. Se trata de un asunto cardinal, pues aunque los potenciales usuarios no dispongan de lo que precisan a pocos metros y algunos profesionales se vean obligados a posponer sus planes, aumentan las garantías de rentabilidad para quienes lo consigan, se pretende en cualquiera de los casos la eficiencia y, de ser la financiación cosa del erario público, se trata de evitar el gasto superfluo. Hay números clausus en centros sanitarios para el personal de los mismos o, en escuelas, para profesorado y alumnos. Licencias para abrir farmacias son gestionadas por el Ministerio de Sanidad y la Comunidad Autónoma correspondiente, las de taxis dependen del ayuntamiento o el número de notarías, por no seguir, es regulado por el Ministerio de Justicia. Recientemente se han establecido -o así se ha publicado- restricciones para el atraque de cruceros en Palma de Mallorca y, con pandemia de por medio, los aforos en determinados lugares eran objeto asimismo de números clausus…
Es obvio deducir que las reducciones, éstas y otras, obedecen a intereses muchas veces encontrados, pero en política y para consejeros, asesores, enchufados u otras hierbas, prima todo lo contrario: gasto o eficiencia son pecata minuta y se hace evidente la preferencia de los gobernantes por un “Cuantos más lamecu… en mi camarilla, tanto mejor”. Con cargo a los dineros de la ciudadanía, claro está, lo cual permite dar razón a quien sentenció tiempo atrás que la política es el hábitat natural de fulleros y sinvergüenzas.
Y si todo hombre inteligente –Camús en su novela “La caída”- sueña con ser un gangster, en este caso, siendo palmario el latrocinio a la res publica, sobraría únicamente el adjetivo «inteligente» y es que, si para Clarín los políticos en cuanto a luces no suelen pasar de medianos, los años transcurridos desde la época del escritor no parecen haber hecho sino empeorarlas.
Alguien debería tomar cartas en el asunto, cortar el grifo e imponer reducciones drásticas para los cargos a dedo, aunque de trasmitir la responsabilidad a cada uno de los gobernantes, ¡aviados estamos! Un control estricto que estableciese la correcta relación entre necesidades y nombramientos.
Para ello, iría siendo hora de (al igual que ya existe el Ministerio para la Transición Ecológica y el Reto Demográfico ¿?) con mayor eficacia, transparencia y operatividad, un Ministerio para las Digitaciones. Establecer números clausus y aforo limitado en las poltronas. Siquiera por estética, ya que la ética parece ajena a esos reductos. Aunque si el tal Ministerio está bajo los auspicios del Gobierno de turno, sólo servirá para digitar a otros cuantos.
PD: Alguien me indica que el número en España se antoja excesivo y podría tratarse de una falsedad. En cualquier caso y sean los que fueren, ¿su trabajo justifica los honorarios? Porque tratándose de la dedocracia esa es, ante todo, la cuestión.
Dificilmente los propios politicos van a establecerse limites a sus posibles sillones acomodados, pero bien podrian pensar(algun partido con etica y sin intereses creados) en tecnificar más los niveles de gestion para evitar nombramientos de «libre designacion»
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Es cierto que han salido informaciones en repetidas ocasiones que esa cifra de políticos aquí, al igual que ocurre con los funcionarios, no es correcta. Ahora bien, utopía la que deseas puesto que la realidad se impone y lo desmesurado en nuestro caso es, precisamente, los adláteres que se añaden a políticos, ahí nuestra vergüenza desmesurada e indignante.
¿Números clausus a los cruceros? pues cuatro teníamos ayer. Y en cuanto a según que organismos oficiales parece que se han quedado las limitaciones de atención al público, eso sí que es intolerable.
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En mi opinión, das en el clavo en todo. «Cita previa» en oficinas donde no hay nadie, los asesores a dedo por amiguetes… Una vergüenza.
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A veces me entran ganas de volver a mi yo ruidoso e iniciar algún tipo de acción, al igual cómo hizo ese hombre con el tema Bancos. Y no es que sea afectada directamente, pero sí me cuentan disparates, y cómo mi trayectoria en la función pública se rebela ante ello.
Sí señor, vergonzoso e inaceptable.
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Sea cual sea el partido que está al mando,todos hacen lo mismo,chupar del bote y enriquecerse con el dinero nuestro.Todos unos sinverguenzas.
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