Porque no se trata siempre, para el contento, de vencer retos, ganar apuestas, hacerse con la última palabra y lograr propósitos largamente perseguidos. Transitar entre destellos de alegría implica también poner en valor esas minucias que nos relajan, nos divierten e incluso consiguen dibujar una sonrisa. Disfrutar con ellas para un respiro entre tanto agobio y repetir a la menor oportunidad, emulando a Fausto, aquello de “¡Detente, instante. Eres tan hermoso…!
El hechizo por un color del cielo o el reencuentro inesperado. La cena en mi tranquilo bareto donde – ¡hoy sí! – les ha llegado el Pacharán con el que disfrutar junto a la cucharadita de helado robada al del nieto. En cualquier momento, recibir de improviso una caricia o, de llover a cántaros, asomado a la ventana para contemplar ese río sobre la calle que no he de pisar. En el coche, y tras el aguacero, la batería arranca pese a no haberla cambiado desde quién sabe cuándo o, ya de regreso, observar con inquietud el repintado techo hasta comprobar, aliviado, que no ha vuelto a aparecer la amarillenta mancha de la gotera.
Aquí está el taco y tornillo del tamaño que preciso. Llama el cartero pero esta vez no se trata de una multa, me levanté esta mañana sin dolor en la espalda; todavía me caben estos viejos pantalones que no me ponía desde hará diez años y, por si fuera poco, al sentarme frente al ordenador se me ha venido a la cabeza el contenido del presente post. La puntilla sería que cualquier día acertase con el número de la ONCE aunque, en tal caso, lo de placer “minúsculo” podría interpretarse como la suerte del ya millonetis y no sería el caso. Sí, en cambio, que cualquier goce aunque sea efímero se convierte en energía, así que convendrá aprovechar los vaivenes de la cotidianidad para cargarnos las pilas. Con la que está cayendo de unos años a esta parte, no vendrá mal.
La vida siempre valdrá la pena por ese sumatorio de pequeños placeres
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Siempre Gustavo mostrandonos detalles desapercibidos que nos dan tanta alegria, muchas veces miramos pero no vemos
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Mario: un placer tu comentario. Un fuerte abrazo.
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En la vida podemos tener bastantes placeres,peró quizás algún pequeño insignificante,para uno mismo sea un grandísimo placer.
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Creo que así es, Cati.
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Y esperemos que nunca nos falten esos pequeños placeres que al final son los que llenan nuestro día a día. No sea que de tanto esperar el Ave nos perdamos los cercanias……
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Sí, Rosario: metas en el horizonte pero placeres cotidianos…
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!Y que ese día a día no nos impida que seamos conscientes de esos pequeños placeres!. Saborearlos, si señor.
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Pilar: en eso estamos, ¿no? Y ni te cuento si a Putin le diese un infarto…
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Uyyyy, que dolentot!. Creía que iba solo de pequeños placeres, je,je,je
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