Se hace difícil creer que, tras muchos años con responsabilidades de gobierno y sin haber puesto el cascabel al gato, el Sr. Rubalcaba haya por fin descubierto el modo de promover una mayor justicia social y dónde actuar para conseguirla.
Que la derechona no tenga entre sus prioridades la mejora de la instrucción pública o prefiera privatizar la sanidad a apuntalar el excelente nivel que tenía hasta hace poco; que siga instalada en la corrupción y recurra al pasado para justificar su inepcia, no implica que con todo ello cargue de razones a un PSOE a la deriva y lastrado por sus anteriores omisiones.
Deberán pagar los que más tienen. Los que más ganan, dice ahora Rubalcaba. Porque el sistema actual es injusto. Sin duda tanto como en su época, en que también se subvencionaba a unos clubes de fútbol que deben a las arcas públicas 750 millones. Por no hablar de una Iglesia que recibe entre ocho y diez mil millones: un punto del PIB y más o menos la cuarta parte, cada año, de lo que ha costado rescatar a la Banca. Eso ocurría también en sus tiempos, cuando este señor ya amortizado estaba en el poder, así que no nos venga ahora enarbolando una bandera que, cuando pudo airearla, guardó en el cajón. ¿No habrá alguien más, menos visto, en quien depositar siquiera una migaja de esperanza? Porque en otro caso, estamos aviados.