El galardonado poeta (Premio Nacional de Poesía en Argentina, Premio Pablo Neruda, Juan Rulfo, Premio Cervantes…) estuvo sentado frente a mí, hará cinco ó seis años, en la sala de espera de un aeropuerto. No osé dirigirme a él, aunque no le quité ojo mientras evocaba lo que de su agitada y atormentada vida había leído. Sólo me venía a la cabeza una frase suya: «Toda poesía es hostil al capitalismo», y pareciera que los fragmentos biográficos se venían con ella.

Los hijos y nuera, española, asesinados durante la dictadura que padeció su país: el rescate de la nieta, en Uruguay, cuando ésta contaba ya 23 años, sus condenas a muerte por la Triple A y después por los Montoneros en cuyas filas militó, sus exilios… «… hostil al capitalismo», me repetía frente a aquel anciano que seguía escribiendo poesía a pesar de su personal y prolongado Auschwitz, trascendiéndolo e impelido a decir, por sobre el dolor de tantos años, para abrirnos los ojos con los destellos de su propia conciencia. Poesía escueta, de pedrada y lágrima que resumía las recibidas y vertidas por tantos; para la denuncia, la confesión y también como asidero frente a la indignidad y la miseria que asolaron su tiempo.

Luego me enteré que depositó, en una caja fuerte del Instituto Cervantes, en Madrid, un texto que no deberá publicarse hasta 2050. Ya no podré leerlo. De haberlo sabido entonces, mientras lo observaba, quizá habría vencido mi respeto por sus silenciosas cavilaciones para instarle a que reconsiderase una decisión que castigaba a quienes le admiramos. En cualquier caso, gracias por todo y, sobre todo, por haber sido así.