Que Venezuela se halla sumida en una crisis sin precedentes (aunque históricamente sea la campeona en suspensiones de pagos) no parece que admita discusión: más de cuatro millones de exiliados, una devaluación nunca vista y, las necesidades esenciales de sus habitantes, sin cobertura. El chavismo, desde la muerte del tal en 2013 y con Maduro, no ha hecho sino empeorar, y la colusión en su caso de prepotencia y una cierta incompetencia hacen imprescindibles en ese país cambios sustanciales. Sin embargo, la autoproclamación como Presidente de Juan Guaidó, en el contexto de condicionantes geoestratégicos e intereses económicos subrepticios (o no tanto) por parte de la comunidad internacional, inducen a preguntarse cuánto hay de ético en la posición adoptada por los detractores del régimen y más allá de sus fronteras.
Maduro fue reelegido el pasado mayo con una participación en los comicios inferior al 48%. No obstante, ¿es razón suficiente como para presumir mayor legitimidad en un Presidente de la Asamblea Nacional que se autoproclama sustituto, sin urnas de por medio, y lanza un ultimátum? Y es que el intento de reemplazamiento, apoyado inicialmente por EEUU y al poco por buena parte de la UE y la OEA, sin que se conozca qué pueda suceder finalmente si el actual mandatario se encastilla como parece, lleva a decirse si acaso San Ignacio llevaría razón cuando advirtió que en tiempos de crisis mejor no hacer mudanza o, de pretenderla (ya sin santo de por medio), prever las adecuadas actuaciones frente a distintos supuestos (oídos sordos de Nicolás, guerra civil, invasión militar…), lo que no parece ser el caso.
En otras palabras: ultimátum y, de incumplirse, ¿qué? Porque podría ocurrir que fuese peor el remedio que la enfermedad. Y de asumir que quienes apoyan a Guaidó habrán contemplado escenarios varios con respuestas que mantienen en secreto, quedarían por elucidar un par de cuestiones. La de preguntarse, para empezar, por qué precisamente ahora el emplazamiento y, si se ha actuado por solidaridad y buenismo, porque no se hace también con otros regímenes igualmente lesivos para la población, léase Nicaragua, Arabia Saudí, Yemen o Myanmar, por citar algunos. A ver si va a resultar que es el petróleo lo que subyace en semejante fregado, y no la buena conciencia. Por lo demás, no me extrañaría dado el empeño de un Trump (el primero en avalar a Guaidó) a quien, como sabemos, los ajenos agobios se la traen al pairo, al extremo de ser un muro de acero la mejor opción para no enfrentarse al hambre. Aunque en el caso de Venezuela quizá prefiera la permeabilidad y, en lugar de pared, un buen trasvase. Pero de combustible.
Absolutamente de acuerdo querido. Observando otros países que viven con grandes escaseces, es obvio que el interés no se trata de generar lo que tan machaconamente se repite en este caso. Maduro no es santo de mi devoción, pero hay otros que tampoco lo son, y no son objeto del clamor sobre él. La gran maquinaria sigue con sus objetivos.
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No puedo estar más de acuerdo. Un abrazo
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Caramba qué lapsus,y el mío fuerte y largo……………..:)
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