Muchos suponíamos que una globalización in crescendo traería aparejados beneficios sin cuento: aumento en oportunidades y de la justicia social, contagio democrático, decisiones compartidas… Sin embargo, nada más lejos de la realidad porque lo que viene primando es el interés del capital por sobre el de la población, en una concentración transnacional del poder económico en manos de corporaciones que se ciscan en el bienestar comunitario y atentas únicamente a su beneficio. Es el resultado de interacciones que subordinan solidaridad a depredación y, de ocurrir beneficios sociales, son únicamente un subproducto, toda vez que el ciudadano tiene como papel primordial el de potencial y manipulado cliente.
En tales circunstancias, suponer que un cambio climático de catastróficas consecuencias futuras pueda modificar en el presente las tramas del negocio multinacional, no pasa de ingenuidad. Ahí tenemos las cumbres de Kyoto, Johannesburgo, Río en 1992, Varsovia, París… Y Madrid en los últimos días, con ausencia de los países más contaminantes (China o USA, en primer y segundo lugar en cuanto a emisiones de CO2), así como dificultades para redactar los participantes unas líneas de consenso sobre las medidas que podrían adoptarse en determinado plazo y fingir, siquiera, avances sustanciales al respecto.
Frente a las inquietantes evidencias, de nuevo la banalización del mal en palabras de Arendt tiempo atrás, y es que el escenario de los vencedores se diría ajeno a una degradación que, como viene ocurriendo desde antiguo y deben pensar, afectará a los de siempre. Entretanto, reuniones, cumbres y palabras vacuas: utopías para el medio plazo bajo la apariencia de concienciación, y el maquillaje para un rimbaudiano «Il faut changer la vie» que, quienes podrían hacerlo en mayor medida, se pasan por el forro, allanando el camino para que nuestros descendientes hagan suya la frase de Eluard, pero cambiando el tiempo presente por el pasado: hubo otro mundo y estaba en éste. Y así seguiremos, hasta la próxima Cumbre de Glasgow y más allá, mientras algunos sigan haciendo su particular agosto a lomos de la desertización
Y mientras China y USA persisten en su psiscopatía, el pequeño individuo concienciado seguirá reciclando aceite, papel, plástico, orgánico, vidrio, comprándose un híbrido porque no le llega para un eléctrico, gastándose una pasta en leds, apagando luces de cada habitación, haciendo proselitismo a sus hijos sobre el gasto ambiental de mirar Netflix etc. Y le mirarán mal cuando coja un avión para salir de vacaciones (porque vive en una isla) en vez de quedarse en el terruño bien quieto y respirando poco.
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Nuestra dignidad pasa por la coherencia entre conductas y evidencias, aunque los políticos parezcan en otra onda…
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Otra farsa de cumbre, y van…solo con saber quienes patrocinaban el encuentro, directamente implica todo lo que has escrito. Nos quieren ahora responsabilizar por coger un avión, ¡fíjate ahora qué tener tiempo significa poder viajar con más frecuencia! y, sin embargo, las medidas que deberían tomar no aparecen por ningún lado, recalcando lo que ha escrito Ignacio, apellidado como tú 😉 ¿Sabes querido?, tomé la decisión de hacer cómo esas personas mayores que se asombraban con coche no acarreado por caballos, o cuando el hombre llegó a la luna…No entiendo, porque se me escapa tanta carga de estulticias, en este asunto y más.
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Se nos escapa tanta estulticia… aunque ello no evite una profunda desazón. Mejor dicho: cabreo…
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Y eso es lo que más fastidia sí, tener que gestionar nuestra frustración ante asuntos que no alcanzamos a comprender, cuándo teóricamente vivimos en la era de la información. Bessssss
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